INFINITO AMOR
“Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal”.
Friedrich Nietzsche
- No te vayas por favor…
La miró suplicante. Ella comenzó a sentir algo parecido al desprecio.
- Lo siento…
- Escucha. No podré vivir sin ti. ¡Mi corazón te ama demasiado para dejarte ir!
La repugnancia se hizo más evidente en ella.
- Por favor. No seas patético. Ten un poco de dignidad.
Lo miró como a un desconocido ¿Realmente había llegado a quererlo?
- ¡Es que no lo entiendes! Es en serio. Sin ti dejaré de existir…por favor, quédate.- En sus ojos se esbozaba el germen del miedo. De verdad estaba a punto de perderla.
Ella lo estudió durante un momento. Le desagradaba ese comportamiento sumiso e implorante. Al principio, algo le había gustado de esa forma de ser tan solicita y considerada, pero, con el tiempo, se había tornado en una relación asfixiante. Él siempre preocupado de su bienestar, siempre encima de ella. Echaba de menos un comportamiento más… no sabía como explicarlo… más de hombre.
El vió en sus ojos la reprobación. Sabía que ya no tenía posibilidades. Bueno, al menos su mente racional lo sabía. Su corazón no estaba dispuesto a dejarla ir. La amaba demasiado. Desde que la conoció, tuvo la certeza que era la escogida, y no dudó en hacer lo que estaba a su alcance para obtenerla. Si se iba, con seguridad se acababa su existencia.
- No te vayas, tu partida será mi muerte. Sabes que mi corazón hizo todo lo que deseabas, solo para tenerte a su lado. No puede dejar que lo abandones. Por favor…
Ella se sorprendió un poco al notar las lágrimas asomar en los ojos del hombre. ¡Mierda! Eso era demasiado. El poco respeto que le quedaba hacia el se esfumó con la insinuación del llanto.
- ¡Por favor! No puedo estar al lado de alguien que no conoce el amor propio. Llegué a apreciarte un poco, pero eres demasiado dependiente. Necesito a alguien seguro de si mismo… tú no lo eres. Adiós.
Se dirigió a la puerta.
- ¡No!
El grito hizo que diera la vuelta. Lo vió caer de rodillas con expresión dolorida.
- ¡Por favor! Escúchalo, escúchalo latir. ¿No lo oyes? Late por ti. Tú eres su única razón. No puede estar sin ti. Si te vas me matarás…
- ¡Basta! No hay motivos para seguir discutiendo. Lo tengo decidido ¡Me voy!
No terminó de dar la vuelta. El hombre gimió despavorido y ella observó con horror como su pecho se inflaba.
- Te… lo…dije…
El hombre desgarró la camisa dejando al descubierto su torso. La piel y los músculos de los pectorales se tensaron hasta el punto de comenzar a rajarse. Las costillas se abrieron como las mandíbulas de un monstruo y, apoyado en patas similares a las de un arácnido, surgió del pecho del hombre el corazón.
Ella, paralizada, no atinó a reaccionar cuando el órgano palpitante se abalanzó sobre su rostro en un abrazo de desesperado amor.
Si, él tenía razón. Había muerto por ella y su corazón no la dejaría ir...
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