No es fácil
tratar de recrear la realidad.
No es fácil
porque somos pasado y futuro condensados,
porque llegamos tarde a las palabras,
porque ellas nos atrapan primero,
y luego hablamos de belleza,
de amor,
de cuán triste es la vida,
de la muerte cuando llega,
de lo que pesa el silencio
en la ausencia del ser amado,
en la sombra vieja
de la nostalgia.
Las palabras son ya nuestra realidad,
lo son ya,
ya,
quedándose cortas, apagadas, sucias,
como aquello que no se nombra
en los lugares que brillan debajo.
No es fácil
cuando lo que se intenta es recrear,
porque la esperanza es vana,
en la copa del árbol caído.
Se dice que somos
una vena marchita,
frente al tiempo que corre
antes y después de nosotros,
nosotros:
el universo creado bajo la luna ciega.
Cuando la palabra se queda,
descansa inquieta en su agonía,
y nos pregunta:
"¿Quiénes son ustedes?"
Y nosotros respondemos:
"Somos el mar que espera". |