tenía a mi madre sentada a mi espalda, veía una película basada en la biblia, específicamente, el apocalipsis. mi madre es buena, quizá temerosa de dios y sus mandamientos, ya tiene cerca de noventa años, y yo tengo cerca de cincuenta. mi madre le gusta rezar todos los días, y de noche se la pasa mirando por la ventana, mirando a la gente que circula por la calle. cuando sucede algo extraño, como accidentes, choques de autos, peleas callejeras, mi madre sale de la ventana y me llama. voy y me cuenta aquello cuanto ha visto. la escucho con atención mientras me cuenta todo aquello cuanto ha visto. hay veces en que me da las quejas de los empleados de toma en casa durante el día, es una mujer exigente, buena, temerosa de dios y de sus leyes, pero es una mujer exigente, casi al límite. la escucho y casi puedo sentir su amargura, impotencia al no poder controlar lo incontrolabre. y yo me siento impotente de no hacerla entender que la vida en sí hay que soltarla, dejarla fluir como un río frente a una roca, y seguir nuestras vidas sabiendo que es poco lo que nos queda por realizar y controlar... no, no le digo nada de esto porque a las personas mayores no les gusta ser contradecidas, les gusta ser escuchadas. yo la escucho con atención sin pronunciar una palabra. ¿me has escuchado?, pregunta. le digo que sí. ¿temes a dios?. callo, pues esa pregunta es una carnada, el inicio del alud de palabras con que quiere y desea convertirme a su fe. la escucho pero no digo una sola palabra, y si me insiste, le digo que es un lindo mensaje pero yo ya tengo un camino interior. ella calla un instante y luego continúa hablando hasta que siente sueño, cansancio y decide irse a mirar por la ventana, pues ya es de noche... y yo, voy hacia mi cuarto y me siento sobre una silla, poniéndome a escribir sobre una mesa todo aquello cuanto he sentido, pensado, imaginado, es decir, escribo con mucha pasión. a eso de la media noche, mi madre toca la puerta de mi cuarto y me pide que duerma. dejo de escribir y me echo en mi cama, pero, dentro de mí, aún continúo pensando en las cosas que aún no termino de escribir. me gusta escribir y amo a mi madre que casi toda la noche se la pasa sentada en la puerta de la ventana...

por la mañana, la veo sentada, dormida, con la cabecita colgada como un pollo muerto. la cargo, pues no pesa mucho, es casi hueso y pellejo, y la dejo en su cama. entro a la ducha y me baño, y cuando estoy por preparar mi desayuno, veo a mi madre en la cocina, calentano mi leche, mis tostadas, mis pastillas para el colesterol. le digo que no ha dormido nada, pero ella me dice que me siente en la mesa que ya me va a dar el desayuno... me extraña su abnegación, pero la acepto y me pregunto si ese amor es producto de un dios que no conozco ni creo, pero allí está ella, como si hubiese dormido toda la noche. veo al empleado llegar, a la muchacha bajar a limpiar toda la casa y ya se pone a renegar con todos ellos, en eso, aprovecho para salir de mi casa, rumbo hacia mi centro de labor. en todo el camino, pienso, y pienso en todo aquello que he visto, vivido durante mis sueños. sonrío pues sé que tengo tanto que escribir y contar, sobre todo cuando vuelva a casa y vea a mi madre sentada en la ventana de casa, mirando a la gente que no deja de vivir y morir todos los días...


san isidro, mayo de 2007