“Puntos de vista.”
Las casualidades existen, muchas veces el destino es aleatorio y caprichoso, ocurre con alguna frecuencia que personas totalmente desconocidas anteriormente coincidan en algún lugar y se den cuenta de que tienen mucho más en común en sus vidas que con otras con las que conviven diariamente.
En una exposición en el Centre Pompidou de París dedicada a Vassily Kandinsky, frente a su cuadro Composition VIII, que para la ocasión habían trasladado desde el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York, se encontraban tres hombres admirando aquella obra de arte, cuando Roberto, un veinteañero bastante extrovertido, dijo en voz alta que cómo podía ser que siendo un cuadro abstracto, fuera tan güay.
Así se inició una pequeña conversación, en la cual hablaron de la pintura actual, hasta que Casiano, un sexagenario muy elegante en su forma de vestir y de expresarse, dijo que siempre había sentido algo especial por aquel cuadro, ya que una reproducción de éste colgaba de la pared en el dormitorio del Orfanato de las monjas Clarisas de Carmona, en Sevilla, donde estuvo cuando era niño.
Hubo unos segundos de silencio que hicieron que a Roberto y a Nicolás, un ejecutivo encorbatado, se le erizaran los vellos de los brazos, y les recorriera un escalofrío por todo el cuerpo, a modo de corriente eléctrica.
Resultaba que los tres, con veinte años de diferencia, habían iniciado su vida en aquel orfanato, del cual mantenían un grato recuerdo. Decidieron ir a tomar algo para charlar al Café Mezzanine, del Centre Pompidou, pues sólo se habían acercado a la exposición para ver aquel cuadro, y les resultaría más interesante la conversación de compañeros de orfanato que seguir recorriendo aquella sala llena de Kandinsky,s.
Inició la conversación Casiano, el mayor de los tres, que tomó asiento en el sofá alargado color granate de aquel café. Sus movimientos eran pausados, serenos, con la tranquilidad que dan los años vividos, y con una sonrisa amable comenzó contando a sus dos nuevos amigos:
- “Estuve con las monjas Clarisas hasta los 9 años, y se portaron con nosotros excelentemente bien, algo que siempre he agradecido, pues no era fácil en aquel tiempo ser un niño huérfano, aunque supongo que nunca lo ha sido y nunca lo será. En el año 56 me adoptó un matrimonio de Salamanca, ellos no podían tener hijos, y se volcaron conmigo como si de un verdadero hijo se tratase, tal vez mejor aún, acabé los estudios de ingeniería y me casé con una estupenda mujer con la que tuvimos dos hijos maravillosos y en breve seré abuelo por tercera vez. Desde que salí de Carmona estoy convencido que la vida debe ser algo extraordinaria.”
Nicolás lo estuvo escuchando con atención, tomando su café sentado frente a él en una silla roja, con la estructura metálica plateada. Aquel traje azul marino impecable y la corbata añil lo hacía parecer un director de sucursal bancaria. Tomó la palabra para contar:
- “Estuve en aquel orfanato hasta los 10 años, allá por el 77, en el que también me trataron estupendamente, incluso hicieron que no echase de menos a mis padres. Me adoptó una familia de Santander que tampoco tenía hijos. Se volcaron conmigo desde el primer momento, me sentía que era alguien importante, y no escatimaron esfuerzos en hacerme feliz. Desde entonces estoy convencido que deben ser unas personas extraordinarias.”
Con un whiskey Cardhú en la mano, unos bonitos ojos azules, barba de una semana y ropa de marca inconfundible en un veinteañero, Roberto escuchaba con atención a aquellos “carrozas” sentimentales. Parecía que le tocaba contar su historia, y no se cortó un pelo:
- “Pues yo fui el niño mimado de las monjitas, siempre estaban pendientes de mi, y aguantaban todas las trastadas que hacía. La hermana María, que me quería un taco y siempre me defendía, decía que yo sería alguien importante, por el ingenio y la inteligencia que tenía. En el 96 me adoptó una pareja de Castellón, que aunque andan mal de pelas, me han pagado todos los estudios y las juergas y nunca me han faltado vacaciones con los colegas, y ahora me están pagando un master en Bélgica. En fin, que estoy convencido que debo ser un tío extraordinario.”
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