Puedo volar. Muevo un pie hacia delante, luego muevo el otro en la misma dirección. Creo una secuencia, un pie tras otro sucesivamente. Cada vez más rápido, aumento la velocidad. Llega el momento en que hay que decidirse. Yo me atrevo. Despego un pie de la tierra, luego despego el otro. Ambos pies no tocan el suelo. No hay contacto. Estoy en el aire…

Aleteo hacia arriba. Nado por el cielo. Siento el viento en mi cara. La brisa choca en mi cuerpo. Me elevo más. Llego a las nubes. Paso a través de ellas y siento su suavidad. Sigo volando. Las aves pasan por al lado mío. Las saludo. Empiezo a dar volteretas. Vuelo de espalda. Y me sigo elevando. El azul del cielo empieza a oscurecer a medida me elevo. El radiante celeste cambia a un azul oscuro. Este azul a su vez se trasforma en negro. Veo miles de puntitos blancos. Me volteo y observo la tierra. Pasan rocas volando. Al frente veo una gran esfera blanca. Es la luna. Llego a ella. Me siento y me pongo a contemplar el paisaje de infinitas estrellas luminosas. Después de un tiempo, decido volver. Me lanzo en picada a la tierra.

…Cae un pies y luego el otro. Ambos vuelven a estar en contacto con el suelo. Yo me río. Una risa de satisfacción. Una alegría por haber hecho algo placentero. Me encantó. Me encantó despegar. Me encantó sentir el viento. Me encantó viajar por las nubes. Me encantó conocer las estrellas. Me encantó reposar en la luna.

Algunos dirán “fue sólo un salto”. Pero yo no pienso eso. Yo sé que viajé por el cielo. Yo sé que puedo volar. Estoy absolutamente seguro de eso.