En crepúsculos suaves de tonos armónicos,
los días se iban,
y al árbol inmenso, con su amor platónico,
su savia le hervía.

Cerrábanse oscuras las hojas románticas
al del mediodía,
y al sol de la tarde se abrían pletóricas
haciéndole risas

El rey de los astros, cruzando sincrónico
la última línea,
sigue derramando su amor amantísimo
a quienes le miran.

No ve al árbol triste que vierte dos lágrimas,
no ve su desdicha.
Sin embargo siente su muerte fatídica
por no amar el día.

Lo mismo sucede a los hombres erráticos
sin Luz y sin Guía.
Mueren a la “Vida” por tener el hábito
de no amar “El Día”.

Dios es un concepto tan amplio y magnífico,
que no hay medida
en la mente del hombre a la Tierra adherido,
que le abarque y mida.

Si amamos a un Dios limitado y raquítico,
a nuestra medida,
cerramos el alma a alimento espíritico
que nos da “La Vida”.

Caridad y Humildad son las llaves únicas
que al hombre le brindan
el conocimiento de las Leyes Cósmicas,
La Sabiduría.