No es que se sintiera alegre, de ningún modo podía estarlo. < Después de todo, no es para la felicidad que vivimos. No señor, si así fuese, ya la habríamos conseguido y estallado. Lo que buscamos es el alivio, el alivio nos permite vivir sin explotar y reír de vez en cuando. Además, nos da la posibilidad de inventar nuevas metas para volver a aliviarnos>.
De dicha nada, Sólo aliviado, alivio de verlo por última vez en diferido engullendo su último bocado, un banquete capcioso, adornado y preparado para él. Una pequeña y pálida hoja de lechuga muy fresca, con forma de canoa, que transportaba pedacitos de pan, tomate, palta y un trozo de queso amarillo y agujereado, que atrincheraba, en sus orificios, cilindros de fatal arsénico.
Dos horas en la pantalla, única protagonista aquella simpática, plomiza criatura, que ya nunca más rasguñaría las paredes. No, nunca más, probablemente el desgraciado monstruito en esos momentos yacía en su madriguera, secándose, sintiendo, sin saber porqué, como se le endurecía la sangre. < ¡Vaya muerte terrible! Y tan sensacional momento debe haber vivido al saborear su muerte. Después de todo, si consiguiéramos la felicidad, no estallaríamos, más bien se nos coagularían las lágrimas, se nos petrificaría el organismo> Comenzó a sentir una profunda angustia, < Siempre comprendo todo al revés >, fue su último pensamiento antes de estallar en un desesperado llanto.
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