Las puntas de mi medias caladas se rompieron...corrí hacia en frente... Hacía frío. Todo estaba oscuro. ( curiosidad) Abrí la puerta de madera vieja y desgarrada de mi vecina, entré... Mi vecina estaba en el suelo llorando a moco suelto, y un hombre apuntándola con una pistola. -Maldita noche-. me dije, pensé y medité. - Lo único que me faltaba-dijo el enmascarado, - una puta al rescate-. Atiné a decirle que se calmara, que no iba a solucionar nada matando a la pobre vieja... me acerqué..me alejé..me acerqué..y...comencé a desnudarme, a tocarme, a excitarlo... Él miró, como todos, con cara de bobalicón...bajaba y subía la pistola... La señora rezó como 500 ave marías, sollozaba y miraba la ridiculés que estaba haciendo, y se tapaba los ojos, inocente. Bajó la pistola y se apegó a mi, caliente de mierda, chupándome el cuello y babiando como imbécil. Se sacó la malla de su rostro y me miró... El tiempo se detuvo, su bolsa con chucherías se cayó al suelo, mis manos transpiraban, corazon con taquicardia, y humedad en mis instrumentos de trabajo. La señora salió corriendo, o estaba en el living, no sé..sólo sabía que estaba ahi,y yo y él de negro... no pensaba en nada más. Mis rodillas tiritaban, nunca me había sucedido algo parecido... Me sujetó de la cintura con dulzura y me llevó hacia afuera...caminaba de a poco pero sin alejar la vista de aquel individuo. Por primera vez tenía ganas de que él trabajara para mí, que su cuerpo se pegara fuerte en el mío, que sus labios apretaran y sus dientes mordieran cada pedazo de mi usado cuerpo. Soy Luis Enrique Jara, hombre joven, tez blanca, pelo negro carbón, y ojos amarillos. También, ladrón por profesión de acomodo. Enseñanza media incompleta. Sin hijos, viviendo solo en la población nº 123, al lado del estadio municipal " Pan de azúcar". Ese rostro me había desconcertado, sabía que lo había visto en aquel lugar. Nunca volví a acariciar un rostro tan femenino como el de mi Estrellita. Trabajaba cada fin de semana para juntar dinero...para juntar dinero y estar con ella...ella, que me prohibieron verla, me prohibieron estar con su dulzura salada, con su cuerpo lleno se surcos. La llevé para el monte en que nos conocimos, ustedes me entienden, nos " conocimos"... llegamos y no paraba de besarla, quería hacerle el amor como nunca lo había hecho, acariciar sus milimétricos pezones, su ombligo redondo, sus manos grandes. Nos recostamos encima de la hiedra, malesa que se hacía buena en nosotros. Los trozos de pasto se metían dentro de nuestras piernas, lloraban por amarnos, a nosotros , los fieles enamorados perdidos y prohibidos. Mujer, estás más bella que nunca, tu silueta delata mi ausencia, tus costillas están presionando tu corazón y el mío, la locura de tus cabellos acariciaba mi rostro. Por fin negrita, nos amaremos, pero esta vez para siempre, le dije. Te amo, me dijo Te amo, le dije. Saqué la magnun 6000 y los dos disparos retumbaron, como un eco dormido, en cada corazón sufriendo de la población.