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El Festival (Prosa)

Había llegado el gran día, la final del festival de la canción organizado por la empresa Rodriguez & Rodríguez Ltda. En el mes en que se celebraba un aniversario más de su fundación hace cuarenta y cinco años, todos podían participar, gerentes, ejecutivos, técnicos, secretarias, empleados, obreros y familiares. Habían sido seleccionados seis finalistas, entre los cuales se designaría el primer lugar, segundo y tercero, el premio llamaba a participar, una suma de dinero importante y una semana de vacaciones para el primer lugar.

Romilio Campos (Campito) para sus compañeros de trabajo, era obrero de la empresa desde los catorce años, comenzó como jornalero y a sus cincuenta y nueve años realizaba su jornada como capataz de obra exitosamente. Cantaba desde niño en la parroquia de su barrio, tenía una hermosa voz con registro de tenor que regalaba a quién quisiera escucharlo, no era un estorbo para él que siempre le pidieran que cantara en reuniones con los amigos del barrio, también de la empresa.

Su repertorio era variado, Pedro Vargas, “El rey”, su gran hit, Alberto Cortes, Luís Miguel, Lucho Jara, por nombrar los contemporáneos pues su debilidad eran las arias de ópera y sus oyentes debían aceptar escuchar una que otra sin dejar de “echar la talla”, “¡sáquele primero la telaraña, compadre!”, pero él no se inmutaba era el precio que debían pagar sus amigos para que él también disfrutara, no les causaba ningún estorbo escuchar ópera en medio de una parrillada con cerveza y vino tinto.

Romilio pintaba para ganador del Festival, lo había sido en varias oportunidades, un jurado calificado determinaría el ganador o la ganadora y en ésta oportunidad el Gerente General había contratado un pianista que acompañaría a los concursantes con el antiguo piano de la familia, a los participantes les parecía un verdadero regalo adicional.

El día señalado Romildo despertó muy temprano, algo nervioso, sentía que se había resfriado, la garganta le dolía pero no se iba a “achicar” por ese detalle, se preparó un vaso de leche en polvo, con agua tibia agregándole miel de abeja, la miel era su salvación aunque en esta oportunidad no pudo disolver los grumos que se le formaron en la mezcla, “igual es leche con miel” pensó, y se la sirvió tal y cual le había quedado, su mujer ya le tenía su terno y camisa planchados, los zapatos muy bien lustrados y sus calcetines nuevos, nada había quedado al azar, … solo es una pequeña molestia, “con una aspirina se pasará” se decía a si mismo y a la hora indicada se dirigió al evento con su mujer, sus hijos, su suegra y sus nietos.

Comenzó la competencia, el jurado en la primera fila en sus mesas con sus blocks de apuntes, lápices y el ceño fruncido dándole así el toque de seriedad y concentración que la oportunidad ameritaba, los seis finalistas sortearon su lugar de aparición, Romilio sería el cuarto en competencia, lo que no deja de ser una excelente ubicación.

Llegó su turno, con dedicación de profesional había vocalizado quince minutos para “calentar la voz”, se sentía seguro, más aún, ganador. Escucha su nombre por los parlantes y muy decidido y seguro se ajustó el nudo de la corbata, abrochó el botón del medio de su saco, con las manos acomodó su cabello y sonriente se detuvo frente al micrófono, el pianista inició los ocho compases de introducción, Romilio interpretaría “Volaré” de Andrea Vocelli.

Algo impreciso lo distrajo en el preciso momento en que debía comenzar a cantar, ¿qué sería eso tan extraño que tenía puesto en la cabeza una de las jurados?, el pianista recomenzó la introducción, “era un sombrero ¿de pirata al final de la batalla?, o de un corsario venido a menos, tal vez una reproducción disminuida del bicornio de Napoleón o una copia del sombrero que la Lucía Pinochet lució para recibir al Santo Padre en la losa del aeropuerto, que comentario aparte dicen que la vestía un diseñador de la UP., su peor enemigo, Romilio desde su estupor (el pianista recomenzaba por cuarta vez la introducción) comenzó a sentir que una carcajada inesperada, inoportuna, subía hacia su garganta, la dama en cuestión con su sombrero y gruesas gafas lo miraba expectante, como el resto del jurado, Romilio intentaba calmarse, sentía que un nudo se había atascado en su garganta, sentía lo mismo que cuando asistía a un velorio y algo le causaba risa, al no poder soltarla, más risa le daba, no pudo controlar la risotada, se doblaba en dos, se apretaba la panza, corrían lágrimas por sus ojos, el público comenzó a reírse, el pianista dejó de tocar el piano, desconcierto, el público aplaudía, lo estaban pasando chancho, aumentaba el volumen de las carcajadas, como pudo y retorciéndose de la risa, Romilio se retiró del escenario.

Descalificado, fue la sentencia de los miembros del jurado, poco a poco el ambiente volvió a la calma y prosiguió la competencia con los dos participantes que debían cantar, después de todo el desastre provocado por el ataque de risa de Romilio, incalculablemente inoportuno.

Texto agregado el 18-05-2007, y leído por 119 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
18-05-2007 13º Round del Club de la Pelea. Texto en concurso, por favor no dejar comentarios. Ysobelt
 
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