En algún recóndito espacio, en un paraje singular, nacieron piedra a piedra, frente a frente dos muros .
Crecieron vislumbrándose como su único mundo, haciendo sus vivencias suyas, confundiendo su propia identidad.
Se atraían como dos imanes con polos iguales, cargados con el mismo sentimiento pero destinados a vivir separados.
La necesidad extrema de rozarse, de sentir su propio yo, empujaba a rogar al aire que les abrazase para ser invadidos con el aroma de su reflejo.
Pasaron los años atormentados por tan cruel destino, la locura se exacerbaba en ellos, ya nada podía mitigar su dolor, una mínima pero infinita distancia separaba su felicidad.
Cuando la desesperación invadió sus vidas, la poderosa luz de un rayo les alcanzó, logrando a su paso el más ansiado deseo, el tiempo se detuvo, sus cuerpos se enlazaron convirtiéndose en uno,
el cielo les unió, y sus vidas comenzaron con su muerte...
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