La sombra lo invita a jugar a las escondidas en el universo, él debe contar hasta trescientos mil millones quinientos doce mil setecientos treinta y tres, y luego remontar su vuelo absurdo hacia el infinito buscándola entre planetas y asteroides, lunas y soles hasta encontrarla.
Ella se esconde justo detrás de él, en un pliegue de su ropa. Unida a su espalda, ínfimamente visible, lo sigue silenciosa, copiando todos sus movimientos con tanto detalle que ni el ojo de un experto la hubiese notado a una distancia razonable.
Pasaron miles de años, él siguió con su búsqueda y esta le pareció eterna, casi tanto como el suspiro de un Dios.
Entonces ella aburrida se deslizó por todo su cuerpo haciéndole cosquillas.
Y sonriendo le dijo: ahora te toca, escóndete, yo te buscare.