Un momento extraño (Prosa)
Realmente, lo que me pasó en mi viaje a Encarnación fue bastante extraño. En primer lugar, estaba acostada en mi cama, cuando de repente, entró una abeja en la ventana de mi cuarto del hotel. Me asusté tanto, que lo espanté con la corbata de mi padre. El insecto se cayó en el grumo del puré de papas, que los tiré al tacho de basura por parecerme asqueroso. Y al ver mi batalla asegurada, cerré el basurero y lo alejé de mi presencia, hasta recuperarme del susto.
Unos minutos después, de tan aburrida que estaba, prendí la tele y vi un concurso de piano. Un joven, en ese momento, estaba tocando “Claro de Luna” de Beetoven. Era perfecta la melodía, como si el propio compositor lo estuviese ejecutando. Luego, la televisión se apagó, lo cual me pareció extraño porque no hubo corte de luz. Entonces, una voz que salía del tacho de basura, me asustó diciéndome: “Por haberme arrojado aquí, como a un cualquiera, me convertiré en una abeja gigante y te llevaré con mi amiga la araña”
Por supuesto, creí que solo era mi imaginación. Pero entonces, observé que el tacho de basura empezó a moverse. Pero lo que más me asustó fue ver crecer a una abeja, con algunos desperdicios a su alrededor. Creo que llegó a medir más de dos metros. Tan asustada estaba, que salí de la habitación y empecé a correr con todas mis fuerzas. Cuando estaba por llegar al ascensor, encontré una telaraña que bloqueaba mi camino. Lo peor fue que apareció una araña gigante, que quería comerme. No tenía escapatoria, porque la abeja estaba detrás de mí y enfrente mío estaba esa telaraña que cubría el techo, las paredes y el piso. Miré a mí alrededor, y encontré en un estante que estaba por ahí un insecticida para arañas y un matamoscas. No se lo que paso a continuación: Tomé esos dos objetos, y empecé a rociar a la araña con el insecticida y golpear a la abeja con el matamoscas. Los dos bichos gigantes se asustaron por mis sorprendentes “armas”, y empezaron a alejarse de mí. Justo cuando estaba por ganar la batalla, sonó el despertador y se acabó mi sueño.
¡Era solo un sueño! Y parecía tan real, que yo misma me lo creí. Eso sí, el despertador fue, es y será siempre el estorbo de mis sueños locos y tontos.
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