Minianimalismo. Prosa
Arrojados en el puente.
A Sebastián le gusta que le digan “Seba” y a Constanza “Coni”. El hombre de ya unos 36 y la mujer quizá de unos 41. (No se sabe bien, luego de los 30 (aproximadamente) medio que ya no se celebra nada).
La baranda entume el brazo de Sebastián quien intenta huir de un cabello rubio, manos largas y rasgos sexys. Constanza.
Sebastián: No creo que pueda darte un beso (pausa, no se miran) ¿Has visto lo delgados que son tus labios? (Constanza siente el grueso de sus labios entre el dedo gordo y el índice. Se miran) No hay manera alguna que seas una buena besadora.
Constanza: Tengo una lengua muy larga.
El viento se apodera del lugar, las hojas vuelan y los pájaros van en sentido contrario. Los autos no tocan la bocina y el río se avergüenza de su olor.
Se hablan rápido, acercando sus cabezas.
S: ¿Qué tan larga?
C: Larga, larga. Como tu corbata.
S: (decidido) Tengo que verla.
C: No vas a verla, pues si la ves, te van a dar ganas de darme un beso y yo no te quiero dar un beso.
S: ¿Y por qué no querrías darme un beso?
C: Supongo que eres del tipo más lengua que boca.
S: Eso ¿qué quiere decir? ¿Qué hablo mucho y hago poco? Que pico y no saco sangre, como las abejas.
C: (Se ríe) Tontito, esa adivinanza es para el ají. (Pausa) No, no se, que… (Lo piensa) me da susto que sea un beso-grumo.
S: No te quieres resfriar.
C: Claro.
Se alejan.
Silencio. Sebastián se queda pensando en la idea de que Constanza da unos besos muy apasionados por el largo de su lengua. Constanza se está preguntando por qué este tipo no insistió en la lengua.
S: Me gusta la ciudad. (Reflexionando) Los autos y su calle; el ascensor y su edificio; la alfombra y su huella; el rincón y su telaraña; el botón y su dedo ¿Qué será de ellos? ¿Serán grandes besadores?
C: Depende de las ganas y del día.
S: No trates de justificar tus labios débiles.
C: ¿Y mi lengua?
S: ¿Qué hay con tu lengua?
C: ¿Ya no la quieres ver?
Constanza le muestra la lengua a Sebastián.
C: (Esconde su lengua y habla un poco más coqueta) Entonces, creo que te veré mañana a la misma hora en este lugar.
S: ¿Cómo te voy a reconocer?
C: Voy a traer puesto este mismo chaleco.
S: Pero es gris.
C: Sí, tienes razón, lo voy a teñir verde.
El reloj de Sebastián es muy puntual. Lo despierta todos los días a la hora que quiere y lo hace doblar el brazo cada 3 minutos exactos (Sebastián cree que tiene la habilidad para adivinar la hora) (el reloj cree que tiene la habilidad para adivinar cuando Sebastián lo mira)
El reloj de Constanza… ¿Constanza no tiene reloj?
Llegan exactamente a la misma hora y se saludan con un beso apasionado.
S: ¿Me doy cuenta que dejaste el reloj en casa?
C: (Preocupada) ¿Llegué tarde?
S: No, sólo me di cuenta. (Mirándola) Bonito chaleco, pintoresco.
C: Sí, gracias.
Una ploma paloma se para en la baranda mirando a los enamorados. (La paloma cree que estos dinosaurios son un estorbo) Constanza le arroja un pedazo de pan, y llegan dos más a picar. Se pelean y cabecean en el lugar.
S: ¿Acaso no es esto romántico?
Se dan otro beso, esta vez con un abrazo muy fuerte.
S: ¿Cómo te puedo llamar?
C: Coni.
S: Constanza, bonito nombre.
C: ¿Qué te pareció el beso?
S: Fome, he tenido mejores.
C: Sí, yo también.
S: Pero creo que te amo.
Constanza mira con asombro a Sebastián, emocionada.
C: (contenta) Yo también. ¿Nos deberíamos casar?
S: No, no me gusta hacer las cosas apresuradamente, como por ejemplo las hojas que se pasan de un árbol en otro, los autos que no respetan el límite de velocidad, la gente, etc., todo el mundo. Mejor vamos piano a piano.
C: Si, tienes razón, si hasta mi reloj a veces se adelanta solo.
S: Mira, me sé un truco.
C: ¿Cuál?
S: Espera, espera (pausa, se queda mirando el cielo y con la mano derecha tapa el reloj que tiene en su izquierda) ¡Ya! Son las treinta y cuatro millones quinientos mil trescientas-cincuenta minutos, con dos, tres, cuatro segundos. (Destapa su reloj y se lo muestra a Constanza)
Constanza está sorprendida y piensa que Sebastián es un hombre especial.
S: Entonces nos vemos mañana a esta misma hora y en el mismo lugar.
C: ¿Y cómo te voy a reconocer?
S: (pensativo) ¿Me prestas tu chaleco?
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