El aro negro
Era un día especial, distinto a los demás días. Aunque el que realmente ama el oficio docente sabe que no hay dos días iguales, todos los días son un nuevo desafio. Encontrarse, entenderse, transmitir lo que se sabe, descubrirse en la mirada de los alumnos y descubrirlos.
Ese día además de todo lo dicho tenía otros condimentos. Era su práctica .Un paso previo para el título de docente. Venía trabajando en la Escuela desde el año 1998 como profesional daba Economía pero ahora estaba estudiando para ser docente en Ciencias Económicas. Preparó la clase de otra manera, la pensó, la escribió .Utilizó todas las herramientas aprendidas en el último año.
Se vistió de otra manera. Tuvo en cuenta todos los detalles, el trajecito bordó, las botas negras cuidadosamente lustradas (cómo los zapatos de sus maestras de la primaria siempre impecables). Los aros negros.
Cuando iba hacia la sala de profesores Elsa llevó su mano al lóbulo de la oreja y descubrió que uno de los aros que estaba estrenando, negros, colgantes que había comprado en la plaza Independencia a ese artesano que hace cosas tan bellas, no colgaba del lóbulo.
Volvió hacia atrás y recorrió toda la escuela buscando el bendito aro con mucha bronca porque no era el primer par de aro que quedaba incompleto. La semana anterior había perdido otro que también le gustaba mucho.
Resignada le preguntó a Margarita la preceptora de primer año si no había encontrado un aro negro, ante la negativa de esta se fue al curso. No quería llegar tarde. Quería tener todo organizado para cuando la vinieran a observar.
Comienza la clase. Ese día enseñaba Producción y Costos en economía de segundo año. Empezaba a desplegar las estrategias preparadas cuando notó una situación especial en el curso. Los alumnos se miraban entre ellos, hablaban y reían. Cómo era su costumbre cuando había algún distractor paró la explicación y preguntó ¿qué pasa?.
Nadie le respondió. Intentó continuar y la risa se hizo cada vez más generalizada. Se sacó el tapado negro, pensó… algo debo tener en la espalda… y no me lo quieren decir. Volvió a interrumpir la explicación y a preguntar ¿Me dicen que pasa?.Quiero reírme con uds. Silencio general.
Volvieron las risas, se empezó a poner muy incómoda ya era evidente que se reían de ella . La incomodidad se transformó en angustia. Se enojó. Habló de valores. De moral y de todo lo que le salió en ese momento. Tenía ganas de salir corriendo del curso. Por suerte el profesor de Práctica Profesional no llegaba, el clima del curso era un verdadero desastre.
Los alumnos se empezaron a sentir mal por ella y se tranquilizaron. Continúo como pudo con su clase. Cuando repartió los prácticos para que trabajen ellos solos, Adriana, una alumna tímida que se sentaba siempre atrás para tratar de pasar desapercibida, la llamó y le dijo… Profe tiene un aro colgado en el pantalón. El hermoso aro negro colgante estaba suspendido en un hilito que sobresalía en la parte inferior del cierre haciendo de abanico cuando ella se movía o caminaba. Se miró el aro y mirando a los alumnos les dijo ...“Cada uno se cuelga los aros donde quiere”…
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