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La maté Chato, yo fui, nadie lo sabe; pero te lo cuento a ti porque sé que no me delatarás, eres mi amigo.

Maté a la maldita y no me arrepiento. No sabes Chato, lo perra que era, ya me la había hecho antes, pero esta vez sobrepasó los límites. Se burló de mí, se rió, con esa risa de bruja que detestaba. Eres poco hombre para una mujer como yo, dijo; eres un pobre diablo, sin dinero, ni futuro, que ni siquiera sabe cachar. Se reía y reía a carcajadas, no aguanté y la abofeteé; y ni así Chato, ni así dejó de insultarme, pobre idiota me decía, lo hacía en tu cara, en nuestra casa, mientras tú salías a vagar con tus amigos. La golpeé, la golpeé duro hasta que se callara, en la cabeza, con los puños, en el suelo, a patadas. Y el charco de sangre Chato, parecía un inmenso lago rojo. La había matado, estuve pasmado por un tiempo contemplando sus ojos ya inertes y más diabólicos que nunca. Salí de mi letargo, tenía que hacerlo, limpié todo, empaqué sus cosas y las desaparecí; luego me deshice del cadáver. Mentí diciendo que se había escapado con otro, nadie se sorprendió, nadie dudó de mi versión, tal vez, todos esperaran que sucediera algo así.

Déjame Chato, vete ahora. No te confundas, no lloró por ella, es rabia, no puede ser otra cosa. Es verdad que un tiempo estuve enloquecido, enamorado, embrujado, no sé. Pero tendrías que haber visto como era, se me acercaba con esos ojos grandes, sensuales, y las piernas me flaqueaban, quedaba a su merced como un roedor hipnotizado por una serpiente. Y su piel Chato, su piel era puro fuego. Ni hablar de su vagina, esa maravilla que tenía entre las piernas, ese contenedor de energía que bombeaba oleadas eléctricas directamente a mi cerebro, era increíble. Chato, dirás que es mentira que estoy loco, porque era una mujer poco agraciada, de modales vulgares y toscos; pero no estaba loco, ni perturbado o; al menos, no era el único que estaba hechizado por esa deliciosa bruja. Te sorprende Chato, claro que lo sabía, sabía que me engañaba con otros, lo que pasa es que nunca, nunca se había burlado y reído de mí de esa manera, y no lo soporté, es como si hubiera querido abandonarme. Hasta me daban pena esos hombres Chato, deambulaban por los alrededores de mi casa, sollozando, abatidos, como niños y ella ni caso, los espantaba. Había otros que más bien eran violentos, tocaban la puerta gritaban la llamaban, pero bastaba un par de palabras de ella para que se fueran. Y yo bueno, no sé, en verdad todos ellos de una u otra forma me daban lástima, tenían la misma enfermedad que yo, esa que les fue inoculada por ella que era una víbora.

Jeje... jiji... jajajaja... pobres diablos todos deben estar desolados les quité el dulce que más les gustaba, les quité la miel, pobres... pobres todos ellos... y yo.. yo también.

¡¿Qué pasa Chato?! ... ¡Deja ese cuchillo!

agggg... agggg...

Texto agregado el 16-05-2007, y leído por 163 visitantes. (0 votos)


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