Aquel que dice que el idealismo se ha perdido es perezoso; no ha buscado bien. Aquel que añora el espíritu revolucionario de los jóvenes de los años 60 tiene los ojos cerrados; basta abrirlos para darse cuenta de que los jóvenes de hoy tienen ideales tan altos como los que se perseguían hace 40 años. Quizá la coraza haya cambiado, pero la esencia no, los jóvenes siguen persiguiendo el objetivo de levantar los pesados párpados de la humanidad y abrirle los ojos a las injustas desigualdades e innombrables terrores que en ella existen.
Así es, los idealistas del siglo XXI ya están aquí, listos para defender las causas nobles y entrar en la sórdida batalla al grito de Libertad, Igualdad, y Fraternidad, y aunque no estén bien seguros del origen de esa frase, sus furiosos labios la murmuran, la pronuncian, la vociferan. Miles de jóvenes de todo el mundo, dispuestos a apoyar la causa indígena en Chiapas, hacen dos preguntas simultáneas. Una, al mundo y en voz alta: ¿Cómo pueden permitir que exista tal desigualdad? Otra, a ellos mismos y en silencio: ¿Lo de Zapatista en EZLN tendrá que ver con las botas que usa el Sub? Ninguna pregunta queda contestada. Los revolucionarios del 2007 se lamentan del proyecto fallido de Salvador Allende. Harán todo lo posible por rescatarlo, por reivindicar las utopías perdidas, por edificar ese sueño socialista…Siempre y cuando a esta batalla puedan llevar su iPod con ellos.
Los idealistas del siglo XXI están orgullosos de autodenominarse globalifóbicos y organizan marchas, reuniones y protestas a favor de esta causa. Y si la reunión es en otro país, en otro continente, ¡que importa! Una causa así bien vale el ir tan lejos. Así que los jóvenes idealistas se organizan: llaman desde su teléfono inalámbrico a la agencia de vuelos para reservar un boleto, en primera clase, con anticipación (impensable mezclarse en la masa amorfa de tercera clase), viajan en su auto convertible hacia el aeropuerto y durante el vuelo trabajan en su laptop con algún sofisticado programa los toques finales de los panfletos a repartir en la marcha. Arriban al destino y, después de completar el registro en el hotel de 5 estrellas, se calzan sus tenis de $2000 pesos y llaman por celular a los amigos con los cuales se encontrarán para protestar en contra de la maldita, maldita globalización.
Los jóvenes, seguros en sus universidades privadas y elitistas, pelean por eliminar la brecha entre ricos y pobres. Los jóvenes manifiestan repudio hacia la sola idea del racismo, al mismo tiempo que pagan los $70 pesos que cuesta la crema para blanquear la piel. Los idealistas del siglo XXI luchan en contra del capitalismo, mientras ordenan por Internet una camiseta del Ché Guevara que sólo cuesta 9.99 dólares.
Con todas las anteriores pruebas exhibidas, me pregunto entonces: ¿De qué hablan cuando dicen que los jóvenes de ahora no creen en nada? ¿A qué se refieren con que la chispa de la inquietud ya no existe en la juventud de hoy? Ignorantes, ¡la juventud se encuentra en férrea lucha constante por las causas que más le duelen a la raza humana!
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