Los dedos se perdieron
entre rayas y espacios vacíos.
Retrocedieron confundidos,
pero no se resignaron al fracaso.
Entonces
desprendieron un botón
y palparon un hilo de sangre
que corría por el blanco inmaculado.
Al cortar el nudo de la corbata
la piel
escurridiza, temerosa
intentaba no ser interrumpida
en su soledad alquímica.
Los dedos acariciaron
lentamente
esa porción de piel
y para asombro del mundo
la camisa improvisó un rostro
con los ojos inmensamente lejanos
que inspiraron a los dedos
orgullosos
a seguir su recorrido
ahora
era una lágrima
la que tocaba sus uñas
sus uñas llenas de labios
llenas de bocas
bocas húmedas, distraídas, escandalosas.
Y por fin
el hombre
reflejado en el espejo
antiguo como la camisa blanca
blanca de seda
con rayas rojas
de rojo sangre
rojo amor
rojo arabesco
de dedos y uñas
de estampado perfecto
de ojos lejanos...