UNA MUJER SOLA. (Prosa)


Me encontraba en el club esperando mis amigas. Es la primera vez que me dejan plantada, algo les debe haber pasado. Me dirigí al bar y elegí una mesa que estaba cerca de un gran ventanal y pedí un café. Desde allí me entretenía mirando a una abeja que pugnaba por entrar a través del vidrio. Chocaba y seguía, es tan tozuda como yo, pensé.

Mientras recordaba los años que nos conocíamos con mis amigas, miraba a un señor elegante de traje y corbata roja, que me observaba a hurtadillas. Desde un centro musical llegaba el suave sonido de un piano, las notas de un vals me arrullaban.
Con Mónica nos conocimos en el colegio y con Elsa en el curso arte francés. Mónica es la mayor de nosotras es separada, tiene más de sesenta años, pero eso no es un estorbo cada tanto se enamora y se renueva su carácter de mujer que ama la vida.
Mi café ya está frió.
El buen mozo me sigue mirando y me sonríe, ahora lo hace directamente.
Elsa es la más buena y fiel de las mujeres que conozco, tiene un marido insufrible, pero ella lo ama contra viento y marea.
Se acerca el mozo y me trae una bandeja con una copa y una tarjeta:
-El señor Garmendia la invita- en la tarjeta dice: A su salud. Respetuosamente: Marcos y su número telefónico.
Le sonrío amablemente pero rechazo la copa y la tarjeta. Él me devuelve la sonrisa y hace un gesto de resignación.
En la taza el grumo de la borra del café me pregunta: -¿Por qué no acepté la invitación?
No sé que hacer mis amigas no aparecen, miro el cielo raso y desde allí una arañita se descuelga por la telaraña y vuelve a subir, luego baja nuevamente, no sabe que hacer.
Mejor me voy a casa, mis amigas ya no van a llegar. Mientras camino hacía la salida me preguntó: ¿Por qué no acepte la invitación? Hace tanto que estoy sola, mis hijos ya ni se ocupan de mí. Mi hija vive en pareja sin preocuparse si voy o si vengo.
Mi hijo está viviendo en Canadá y desde pequeño me acusa por la muerte de su padre. Creo que se fue tan lejos para no verme.
Él no sabe como pasaron las cosas, escuchó sólo a su abuela y ella siempre me culpó, pero la realidad es que fue un accidente. No me gusta recordar y siempre vuelve a mi memoria esa noche terrible en que mi vida se partió en dos.
En esa fiesta los dos habíamos bebido demasiado, él me pidió que manejara porque no se sentía bien, yo lo hice, pero me faltaba practica y cuando veníamos por la Panamericana, en una salida un coche se cruzó y no supe o no pude maniobrar a tiempo. Lo demás es luto, silencio y soledad.
¿Por qué no acepte la invitación del tipo aquel?