LOS BOTES DE VIDRIO
Duna era una niña muy dulce, tenía mucha imaginación y unas enormes ganas de vivir la vida, quería ser muy feliz.
Poco antes de que su madre fuese a tener a su hermanita se le ocurrió una gran idea; El día que nació Clara, hizo que ambas respirasen cerca de un bote que llevaba en el bolsillo para la ocasión y que cerró con mucha cautela. Ella también respiró en otro e hizo que su padre lo hiciese también en un tercero. Cuando éste le preguntó por qué lo hacía, Duna contestó que en aquellos botes guardaría para siempre el aire que todos ellos habían respirado por primera vez cuando nació Clara. Desde entonces siempre llevaba en los bolsillos algún bote, no fuese a ser que de repente se sintiese muy feliz y no pudiese guardar aquel aire tan preciado.
Los años fueron pasando, y su colección de aires felices, como ella llamaba a los botes llenos, fue en aumento. Tenía botes de aire de cumpleaños de su hermana, suyos, de sus padres, de sus amigos. Tenía botes de respiraciones de Navidad al abrir los regalos, de ella misma la primera vez que salió con su novio, del día de su boda, del día de nacimiento de su hijo y muchos más. Tenía una estantería llena de botes.
Poco a poco toda su vida fue cambiando a peor sin entender el por qué de dicha situación. En ocasiones fue el blanco de las burlas de su marido y de su hijo, que no entendían la manía que tenía de guardar tantos "aires felices".
Estaban en una época en la que el matrimonio no andaba del todo bien aunque cada uno hacía lo que le correspondía. Casi no hablaban de nada que no fuese lo imprescindible y hacían el amor por rutina, no porque les apeteciese hacerlo. Qué lejos quedaban aquellos días en los que Duna llevaba siempre en los bolsillos los botecitos vacíos esperando poder llenarlos. Incluso el hijo les daba de vez en cuando algún que otro disgusto. El gato de la casa cuando se cruzaba con alguno de ellos intentaba apartarse enseguida, notaba que el ambiente era muy tenso dentro de aquellas cuatro paredes.
Los acontecimientos pronto dieron un vuelco. Inexplicablemente la estantería con los botes de vidrio cedió y un ruido espantoso sonó por toda la casa. Todos llegaron corriendo al lugar de los hechos, incluso el gato que estaba en la otra punta de la casa. Se miraron Preguntándose qué había pasado. El suelo estaba todo lleno de vidrios rotos. De los ojos de ella brotaron lágrimas, sentía una tristeza enorme.
Tanto el marido como el hijo fueron a abrazarla, incluso el gato se acercó a ella.
Fue entonces cuando ella se sintió de nuevo feliz, buscó en sus bolsillos pero no encontró ningún bote para guardar "aires felices" , ni tan siquiera encontró bolsillo, en aquél momento se sintió muy triste, pero todo cambió cuando abrió los ojos. El Sol empezaba a introducirse en su dormitorio. En el otro lado de la cama vio a su marido durmiendo. Sólo había sido un sueño. Se levantó decidida a que la felicidad volviese a reinar en su casa. Se fue hasta la estantería de los botes de vidrio y empezó a leer las etiquetas y las fechas. Se le ocurrió algo. Cogió el teléfono y a pesar de que era primera hora de un domingo, invitó a sus padres y a Clara a comer. Despertó a su hijo y a su marido que no entendían nada de lo que le pasaba y les dijo que le tenían que ayudar a hacer una fiesta muy especial, que había invitado a sus padres y a su hermana.
Encargó al hijo poner la mesa lo más bonita posible. Encargó al marido ir a comprar bebidas y un buen postre. Preparó uno de los platos que sabía que a todos gustaba y que le salía de maravilla.
Al llegar los familiares todo estaba perfectamente arreglado como para una gran fiesta de… ¿De qué? La comida estaba exquisita, la bebida muy bien escogida, al igual que la música. Todo estaba perfecto y a ella se le veía muy feliz. Todos tenían ganas de saber el motivo de su nueva felicidad. Duna se dirigió hacía la estantería donde guardaba los botes y seleccionó el del día del nacimiento de Clara. Hizo que todos se pusiesen lo más juntos posible y abrió el bote. Sin saber por qué a todos les inundó el aire de aquella alegría de antaño, se les notaba en las caras.
Y entonces fue cuando les dijo:
-Quiero que todos me ayudéis a liberar los aires de felicidad que guardo en mis botes. Quiero que ese aire encerrado nos traiga de nuevo la felicidad perdida.-Al principio lo encontraron una tontería, pero cada vez que se abría un nuevo bote, más felicidad reinaba en aquella casa. Al final todos estaban abriendo botes y se los hacían respirar a quien tenían más cerca. La fiesta fue increíble, la felicidad se hizo su aliada y se sentía tan libre revoloteando entre ellos que nunca se fue de su lado.
Duna no quiso saber nada más sobre botes de vidrio, ni sobre libertades encerradas. Desde entonces vivió su felicidad al momento sin necesidad de embotellarla. Bastaría un recuerdo para que regresara y lo inundara todo de nuevo.
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Quier o dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ
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