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Una peruana y un pakistaní se conocen en una cabina de Internet en Barcelona. Hablan en inglés durante 32 minutos y 48 segundos aproximadamente. El vive ahí. Dejó su comodidad, su fortuna y sus costumbres porque quería cantar. Ni su religión, ni su familia se lo permitían. Trabaja en la cabina para poder sobrevivir y pagar las cuentas. Ella sólo está de viaje por un tiempo. Aunque le encantaría quedarse a vivir ahí, no es lo suficientemente valiente como para tomar una decisión tan incómoda y trascendental.

Él se quiere casar con una chica linda, italiana de preferencia. Después de eso, y sólo después de eso, podría regresar a Pakistán y podría cantar. Ella espera encontrar pronto a su príncipe azul. Y de
acuerdo a los cuentos que leyó de niña, por los dibujitos, imagina que es europeo. Por eso ahora que está en Europa, anda más atenta que nunca. Lo busca con los ojos, todos los días, en silencio. Lo espera con los labios listos, todos los días, en silencio. Pero cuando llegue, no se va a dar cuenta, porque piensa que viene vestido de azul.

Él cree que ella es linda, aunque no sea italiana. Ella cree que él es bastante simpático, pero raro, pakistaní, demasiado pakistaní… ¿y dónde quedará Pakistán? se pregunta.

Él sonríe todo el tiempo, es una sonrisa sincera. Hacía mucho tiempo que no conversaba con alguien. La mayoría de personas que visitan la cabina sólo intercambian con él las palabras justas y necesarias para concretar la transacción. Ella sonríe porque le parece que está viviendo algo tan diferente a lo que está acostumbrada, que le resulta pintoresco. Siente que está aprendiendo algo importante, una lección de vida o algo parecido, pero no se da cuenta que la persona que tiene al frente sonríe. En verdad sonríe, sinceramente sonríe; no sólo con los labios, sino también con el alma.

Él la mira, la escucha y la mira. Pero sobretodo la mira. Ella lo mira, lo huele y lo mira. Pero sobretodo lo huele. Para ella huele raro, un poco intenso, un poco fuerte, un poco desagradable.

Él la invita a salir. Ella, apresurada, busca una excusa. Y como no la encuentra… la inventa… ya quedó con alguien más, tiene un amigo en la ciudad, la ha invitado a salir esa misma noche… no puede, qué pena. Pero en realidad nadie la espera y le encantaría que lo que acaba de inventar tuviera siquiera algo de cierto.

Él se siente un poco triste, sólo un poco. Ella le alegró la noche, auque sepa que la excusa que le ha dado no es verdadera. Aunque sepa que ella no está siendo del todo sincera, aunque nunca más vuelva a saber nada de ella. Y ella… sí, también se siente un poco triste, pero no por haberse negado a salir con él. Él no es tan importante para ella en este momento. Para ella, ella es la importante. Está pasando por una especie de depresión, una crisis existencial, que la ubica exactamente a un milímetro y medio del centro del universo.

Él insiste. Ella no va a aceptar.
Él se resigna. Ella se despide.
La peruana y el pakistaní no se vuelven a ver.
Ellos son dos extraños, ellos siempre fueron dos extraños, ellos nunca dejaron de serlo.

Texto agregado el 14-05-2007, y leído por 141 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-02-2008 Muy buen cuento que retrata cuantas veces conocemos a personas y no permitimos que dejen de "ser extraños". Muy bien. ***** mizttli
21-09-2007 MUY BUEN CUENTO. peinpot
04-09-2007 Bonita historia de dos seres que buscan su camino. Quizás no era el momento ni el lugar. Quizás no estaban preparados.***** adriana73
 
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