Sé que cuando digo “cielo”, todo me habla de ti.

El ticket del metro, el libro que estoy leyendo. Un número capicúa. El restaurante chino Ching I. El póster del bar más cutre del centro histórico…..

Y tú principalmente. (sí. tú.).

Porque presto mucha atención a tus palabras. Ya sé. No siempre. Pero cuando lo hago, me paro en la charcutería del supermercado y no sé cómo llegué hasta allí. Y me digo: “pedazo de idiota”. E imagino tu cara que me oye y me pongo a reir, salpicando un poco el vidrio con salivita. Y agradezco entonces no haber comido zanahoria.
Y el Kama Sutra, que me negué a leer por el párrafo del papagayo (Al final de ésta lo copio).

Ese también habla del cielo.
Al servicio meteorológico no lo menciono por su obviedad.

Ni a la serie de encadenamientos casuales que se suceden cuando le das un toque a la primera ficha de esos dominós gigantes que arma la gente que no tiene que nada que hacer.
¿Cómo que qué tiene que ver un dominó con el cielo?-te preguntas.

Y ese trrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrruuuuuu de las fichas cayendo..¿no tiene nada que ver?....
Y esa sucesión sinuosa, esa brisita entre las piezas, ¿no es la misma gloria?...
¿¿¿A que tú le darías a ese rectangulito de lunares y rayita hasta llegar a ver la última vértebra del velociráptor caer, y estarías en el cielo también???

Párrafo del papagayo: Un amante, entre todo lo que debe saber, no es realmente bueno hasta que no enseña a hablar a los papagayos.

En su momento me dolió reconocer que no sabía hacerlo. Pero ahora…..si habla, y no lo escucho...¿me lo harás saber...cielo?.