Tiritaba con nerviosismo, no quería que esas manos desgarradas y marchitas tocarna mis crecientes pechos, me sacó la polera rosada con maripositas de colores, me acarició mi cuerpo de mujer y arruinó mi mente de niña. Lamió mi cara y pegajosa dejó mi barriga. Bajó lentamente mis pantalones y besó mi entrepierna. De mi ojo derecho brotó una lágrima a escondidas. Ese viejo pervertió mi vida quitándome algo que jamás recuperaría, sin pensar en mi dignidad de adolescente o de niña. No quería que siguiera, no tenía escapatoria, era yo o mi hermana pequeña, preferí ser yo quien perdiera la inocencia.