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Inicio / Cuenteros Locales / monsegnor / Entrega Personal IV

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Puedo decir que la noche fue tranquila y cómoda en la oficina de transporte, el bus abandonó el recinto a la hora programada, ocho de la mañana en punto. Sentado en mi asiento de pasajero sentí la felicidad de estar cerca del cruce de carretera desde donde debía caminar hacia la iglesia de San Francisco y entregar los documentos que me había encomendado monseñor.

Ya cerca de la una de la tarde, el conductor detiene el bus y me comunica que hemos llegado al cruce que le había indicado según las instrucciones de monseñor, me bajé optimista del bus y comencé a caminar por aquel camino de tierra que se adentraba en un paisaje generoso en vegetación y belleza. Según mi conocimiento, sólo debía caminar unos veinte kilómetros y llegaría a mi lugar de destino. El día era soleado y el solitario sendero producía la sensación de un caminar agradable y atractivo.

Cerca de una hora de tranquilo caminar, me encuentro con una pequeña carreta tirada por un burrito cuyas riendas son gobernadas por un anciano campesino, y acercándome a él, le pregunto :

- Señor campesino, ¿es esta la senda para llegar hasta la iglesia de San Francisco?
- Así es muchacho – me contesta el hombre levantando su cansada vista – caminando, caminando por aquí, llegarás a la iglesia.
- Gracias señor, no soy de este lugar y quería confirmar que iba por buen camino.
- Ciertamente te digo que vas por la senda correcta, pero, yo voy un poco más allá de la iglesia, si deseas, te puedo llevar.
- Gracias por su amabilidad, creo que con usted iré más seguro y descansado. He notado que su burrito camina muy despacio, pero eso no es problema para mí. Acepto su ayuda.
- Sí, tienes razón, Ruiseñor es un niño aún, y no me gusta apurar su paso.
- ¿Su burrito se llama Ruiseñor?
- Sí, le puse ese nombre pues su rebuzno es insoportable, pero bueno, como es niño, suena como ruiseñor. O tal vez sea por su inocencia, quién sabe. Y también te diré algo confidencial sobre Ruiseñor.
- ¿Qué?
- Aún no lo he bautizado.
- Pero si ya tiene nombre es porque lo ha bautizado.
- Veo que no entiendes mucho de estas cosas, está bien muchacho, sube a la carreta, ya nos vamos.
- Sí señor. ¡!

Y corriendo me subí a la carreta del anciano campesino la cual reanudó su marcha nueva y lentamente. Era increíble estar arriba de la carreta mientras ésta avanzaba por el camino de tierra, me recordó inmediatamente mi infancia ... aquellos años, en que con mis hermanos nos subíamos clandestinamente a las carretas que repartían la leche por las casas de mi calle. Me sentí muy bien como pasajero de aquel increíble vehículo tirado por Ruiseñor e incluso transcurrido unos minutos, decidí recostarme sobre el piso de la carreta que se hallaba matizado de hojas de diversas verduras y hortalizas que seguramente transportaba aquel señor. Me recuesto sobre el blando piso y mirando hacia arriba, se me presenta de pronto el ancho esplendor de un cielo azul limpio y sereno, apenas rasgado por bandadas de silenciosas aves que lo surcan en perfecta formación. Una paz profunda me inunda a pesar de los quejidos de la madera de la carreta que canta sus tibios acordes según lo irregular del camino, todo al ritmo constante de las pisadas de Ruiseñor producto de su noble tarea de tirar la carreta de su amo.
Involuntariamente me invade un deseo de dormir, quizá a consecuencia de la música y el cantar de la madera, lentamente mis ojos se van cerrando, hasta que quedo dormido...

No sé realmente cuanto tiempo ha transcurrido pero de repente, gritos infantiles interrumpen mi descanso, me incorporo rápidamente y al mirar por el costado de la carreta del campesino, puedo admirar un espectáculo increíble. Son aproximadamente ocho chicos, algunos de ellos montando extrañas cabalgaduras de caballitos que de aquel animal solo poseen la cabeza, la cual es de madera, con ojos brillantes y gallarda expresión pintada sobre ella. El cuerpo restante es solamente un palo cilíndrico que se apoya en la tierra levantando nubes de polvo en su galopar.

Algunos de los niños alzan en sus manos, espadas de madera mientras sujetan, de algún modo, las riendas de los gallardos corceles y rodean la carreta del campesino gritando con fervor:

- Ruiseñor, Ruiseñor, no temas, nosotros te liberaremos y te llevaremos a la cordillera nevada para que seas libre.

Por su parte, Ruiseñor sigue atentamente el acoso de los niños guerreros que intentan su liberación y le rodean en su lento andar, pero más que nada, percibo su asombro infantil al ver como sus congéneres tienen tan extraña forma corporal. Claro, él se sabe de cuatro patas pero aquellos no.

El campesino en cambio, no se asombra e inmediatamente me aclara:

- Son los hijos de los campesinos de esta zona, les encanta jugar con Ruiseñor e imaginan que lo liberan de no sé que. Siempre sucede cuando paso por aquí.

Sólo me queda sonreír y admirar tan gallarda inocencia, pero observo que no todos los niños poseen caballitos de madera, algunos, los más pobres, cabalgan sobre caballos totalmente invisibles y son en sí, los que levantan mayor cantidad de polvadera.

Y ya casi al final de aquella ruidosa batalla de liberación, se escucha la voz del niño más pequeño del grupo que alza la voz:

- Ruiseñor, yo seré quien cortará tus riendas y te llevaré a casa, mi mamá me ha prometido que te cuidará bien y no te faltará alimento ni refugio ¡!! Solo déjame subir a tu lomo.

- Vamos, vamos niños, no se alejen demasiado de sus casas, sus madres estarán preocupadas- les advierte finalmente el señor campesino – mañana podrán ver a Ruiseñor nuevamente.

Y de esta manera, los pequeños jinetes abandonan alegremente el rodeo y seguramente se dirigen a sus casas o van en busca de nuevas y valientes aventuras dejándonos en nuestro viaje hacia la iglesia de San Francisco. No volví a dormir, solo me dediqué el resto del camino a contemplar el bello paisaje y a compartir la charla del anciano campesino cuya vida había transcurrido casi totalmente en aquellos parajes. Conocía cada recodo del camino y me hablaba de los hermosos paisajes que podían contemplarse más allá de los verdes cerros. La historia de su vida era un largo recorrer de emociones, logros y desventuras, la soledad y las horas vacías eran más llevaderas cuando se reunía con los demás campesinos en la iglesia y podía compartir junto a ellos sus interminables recuerdos.

Finalmente, tras aquel lento y largo viaje junto a Ruiseñor, arribamos a la Iglesia de San Francisco.

- Bueno muchacho, aquí está tu iglesia, hemos llegado sanos y salvos. Ha sido entretenido viajar en tu compañía. Mi nombre es Pedro, y me llaman curiosamente, Pedro el campesino, considerando que todos son campesinos aquí.
- Don Pedro, le agradezco enormemente me haya traído hasta aquí, traigo unos documentos muy importantes para la iglesia, no sabe lo agradecido que estoy.
- No es nada, nada en absoluto... ve en paz..
- Sí señor, gracias.

Y así don Pedro siguió su camino más allá, hacia los grandes cerros verdes mientras yo admiraba mi lugar de destino. Era increíble, lo había logrado y me alegraba por monseñor cuyos documentos ya estaba en condiciones de entregar.
Por largos instantes observé la iglesia de San Francisco, era muy sencilla, al modo de las iglesias de campo, paredes de barro que se alzaban a mediana altura y con un bello campanario donde se alzaba una cruz de madera rustica recortando el azul del cielo.

Vecina a la iglesia propiamente tal, se encontraban dos construcciones muy sencillas y humildes rodeadas de parras a modo de adorno y refugio solar. Evidentemente en alguna de ellas se encontraría el encargado de la iglesia, de modo que solo me restaba llamar a la puerta y ver que sucedía.

Así lo hice, llamé a la puerta e inmediatamente me encontré ante la presencia de la persona que buscaba, entonces, le saludé :


CONTINUARA....



Texto agregado el 14-05-2007, y leído por 286 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
27-03-2010 Algo digno de estar en este club de redactores bien . gatelgto
29-03-2008 no se si te pareces mas a Paulo Cohelo (por lo mistico, ajajaja) o a Pedro Labordeta, ajaja... por lo camiante.LaMandrágora. LaMandragora
15-06-2007 Me agradó muchísimo, es muy amena la lectura, e interesante el cuento, por favor avíseme cuando tenga otro episodio, gracias. omenia
14-05-2007 -me recuerda a soda estereo con Nada Personal- patibeat
14-05-2007 Nunca saciamos nuestra sed de las vivencias de estos personajes tan entrañables. Ayuda mucho su manera de relatar, enhorabuena. ***** Claraluz
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