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Me encontraba ahí, sólo en un callejón sin salida, inmerso en un mar de olores putrefactos y una oscuridad que penetraba hasta lo más profundo de mi ser, tiñendo mi alma de un tono sepulcral.

Miré hacia todos lados, no tenía idea cómo había llegado hasta ahí ni por qué me sentía tan extraño. Tal vez era el ambiente, no sé, pero sentí que todo daba vueltas a mi alrededor. Ya no aguantaba más, pensé que mi cuerpo era hogar de miles de insectos que me carcomían las entrañas y me quitaban toda la fuerza. Me estaba desvaneciendo en medio de ese basural, y me encontraba completamente desorientado.

Ya no me interesaba el por qué, cómo ni dónde, sólo quería que todo aquello terminara de una vez por todas. Anhelaba que su mirada tan pura penetrara mis ojos, necesitaba que su aroma purificador y su dulce voz entraran a mi ser y me limpiaran el alma. El sólo hecho de pensar en ella, de necesitarla, me dio un poco de fuerza para volver a la realidad y tomar el rumbo que me correspondía.

Sabía que era de noche, esa oscuridad abrumadora así lo indicaba. Sin embargo, me dispuse a ver la hora en mi reloj de bolsillo, para por lo menos tener una noción de la realidad.

Era verano, el calor se reflejaba en ese espantoso olor a descomposición. No sabía exactamente qué era aquel hedor insoportable, y la verdad es que en ese momento no me interesó. Lo único que se me cruzó por la mente en ese momento era la necesidad de que su cuerpo y alma se fusionaran conmigo. La amaba, ella era la única que me hacía sentir útil dentro de mi miserable y patética existencia.

Estaba sudando, a pesar de que un frío espeluznante recorría mi cuerpo. No sentía mis extremidades, era como si la sangre se me hubiese congelado. Para ser honesto no sentía nada, estaba despojado de todo mi ser. Sentí que miles de lombrices y cucarachas putrefactas me estaban devorado por dentro, absorbiendo toda mi sangre, degustando mis órganos, quebrantando mi alma.

Así que introduje mi mano temblorosa y sin fuerza en mi bolsillo. Sentí algo húmedo, un poco espeso. Pensé que era simplemente mi propio sudor, así que no le di importancia y saqué el reloj de esa sustancia viscosa.

Me dispuse a ver la hora, y entonces me di cuenta que no era simplemente sudor. No, tanto el reloj como mi mano estaban inundados y goteaban sangre. Lo sabía, pero lo que más me llamó la atención fue ese olor que expelía. Era asqueroso, idéntico al que estaba sintiendo, pero esta vez mucho más intenso.

Acerqué mi mano a mi nariz e inspiré larga y profundamente. Por algún motivo que desconocía, ese olor me traía fuertes recuerdos. No sabía exactamente qué eran, pero fue un sentimiento tan extraño y revelador, que no pude evitar probarla. Bastó que una sola gota besara mis labios, se mezclara con mi saliva y masajeara mi lengua con su textura, para desear más y más. Mi lengua recorrió mi mano y el frío metal del reloj, hasta limpiar ambos por completo.

Miles de recuerdos fugaces atravesaron mi mente, penetraron mi alma. Eran sentimientos de amor y odio, compasión y venganza. Sentí que me volvía loco, pero no, sólo estaba desorientado.

A pesar de la oscuridad, finalmente logré ver la hora. Eran las dos de la mañana con veintisiete minutos. Que curioso, eso me recordaba una fecha muy especial. Como era de costumbre en ese momento de completa falta de lucidez, no logré recordar exactamente que había pasado el veintisiete de Febrero, pero sabía que era algo que había marcado mi vida para siempre.

Alcé mi mirada hacia la calle, dispuesto a caminar en pos de un viaje sin rumbo. Sin embargo, en el mismo instante que iba a iniciar mi marcha, logré divisar a lo lejos una silueta. Me quedé quieto, esperando a ver lo que hacía. La única respuesta que obtuve fue el sonido de un disparo, y luego una bala que penetró directo en mi corazón.

Mi cuerpo cayó tumbado junto al de ella…

Texto agregado el 14-05-2007, y leído por 159 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
26-06-2007 Es un relato lleno de suspenso y casi de terror, Muy bien! doctora
15-05-2007 Muy buen relato. En algunos pasajes ha sido como leerme a mi mismo. En otros por cierto, veo la tremenda similitud con Edgar Allan Poe. En expresiones como "se congelo mi sangre". Sin embargo la notas más diferenciadoras son el cómo describes las situaciones, (más que los paísajees, los actos del protagonista). Y eeso me pareció genial. También está presente "ella" siempre misteriosa. Y el último párrafo también es un descenlace que le da tu propio estilo, me gustó. Ninguna objección que hacer. ulpiano_carpe
14-05-2007 ufff qué final! un cuento que nos engancha línea tras línea, envuelto en misterio, lleno de suspense, una verdadera película ... nocheluz
 
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