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Con tu puedo...Cap 43
Primer día de huelga

El sol despertó temprano, sus primeros rayos iluminaron la pampa en toda su magnitud con sus colores tristes.
En los corrales, las mulas acostumbradas a que junto con la aparición del sol eran cargadas con las pesadas herramientas, tendrían su día de asueto. Los muchachos que recorren la pampa de rajo en rajo a lomo de mula, se dirigieron a la sala de teatro, allí ya reinaba una incesante actividad. Alamiro y dos delegados destinaban a su gente para que revisaran cada frente de trabajo, mirar si alguien se había decidido a romper la huelga desde el inicio.

Alamiro luego de un corto sueño, despierta y se comienza organizar la huelga. De cada sección se determinan piquetes para mantener la paralización, piquetes que no permitirán la entrada a nadie a trabajar. Los muchachos más jóvenes se desperdigan por toda la pampa, cada rajo es observado con acuciosidad. En ellos los capataces miran y no encuentran nadie a quien mandar, ni cargadores, ni barreteros, menos aún los herramienteros ni matasapos, nadie para extraer mineral, nadie para cargar ni quien lo lleve a la planta purificadora.

A las seis cuando el frío cala los huesos, llega un par de mujeres con café colado para quienes están en la sala dirigiendo. Café y sanguches para el presidente, ya que saben que nadie le cocinará nada, salvo que vaya a la cantina, y es notorio que no se moverá de su sitio de dirección, lo único que lo moverá de allí será para ir a conversar con el patrón o para conversar con los que se quieran marginar de la huelga.

—Hoy se ha iniciado una huelga en mi Oficina. – Es la frase inicial con que Fernando Gómez abre la charla con el abogado y secretario de la intendencia- ¡Necesito que a la brevedad me envíen tropa para que a los revoltosos me los pongan en cintura! A palos o balas, no me importa nada de lo que ocurra. Lo único que quiero es que estos socialistas no se salgan con la suya. A ese Alamiro Araya lo necesito en la cárcel por años, que se seque, si no me lo encarcelan lo seco yo en el cepo allá, a la orilla de la Estación y a pleno sol.

—Fernando, hemos informado de su petición al Ministerio del Interior, no han contestado aún, luego enviaremos otra comunicación informando de la huelga, con esto creo que pueden enviar algún batallón de alguno de los regimientos. Hay que esperar a que el ministerio lo resuelva e informe a Defensa, puede ser luego, pero, puede tardar un par de días, así que le recomiendo regrese a la Oficina y vea allá que puede hacer con su propia guardia.

—Bueno, creo que ya las cosas las tengo claras y ustedes también, espero cumplan con nosotros, esto se puede extender a otras oficinas y será algo grave.
—No queremos huelgas y menos que se repita lo de la Escuela, además que el año próximo hay elecciones y al gobierno no le interesa estas huelgas.

—Lamento que el intendente haya tenido que viajar antes de recibirme, así que hasta luego, señor secretario
—Fue llamado en cuanto se supo de la huelga y como el barco zarpó a las siete de la mañana, no pudo esperarlo, me pidió le asegurase que él mismo acelerará su petición.

—Yo me regreso a la Oficina, espero que ustedes que son abogados resuelvan el problema.
A usted, Viera, le espero mañana en la administración para que haga lo suyo. Me retiro, creo que acá no sacaré nada bueno. Hasta pronto.

Gómez salió de la oficina del secretario del intendente, su rostro mostraba una ira indescriptible, nada bueno le auguraba el viaje del funcionario gubernamental. El Administrador esperaba mayor diligencia en esa gente, si al final había contribuido con una buena suma de dinero a la elección del presidente del momento.
El abogado Viera se quedó con el secretario para recordar al otro abogado lo que su patrón había hecho para que el intendente fuese nombrado en su cargo. Era el momento de cobrar favores realizados.
El administrador pasó por la plaza en donde compró los periódicos del día, entre ellos el periódico obrero, en el qué su titular informaba la huelga en los mineros de la Oficina, con un resumen de las peticiones, quedándole claro que había un nexo entre Alamiro y los socialistas de Iquique. Los diarios de la capital, bastante atrasados. Caminó hasta su casa en donde envió a uno de sus empleados a que fuese a la estación para que le preparen su tren que lo regrese a la Oficina.

—No tengo nada que hacer acá – dijo en voz alta-. Sus empleadas pocas veces le han visto tan enojado, por lo que hacen su trabajo en silencio y diligentemente, le preparan su almuerzo, mientras él, en su estudio lee cada periódico. Los diarios capitalinos muestran la situación de país y de cómo a un año de distancia, los liberales, radicales, balmacedistas y otros se pelean las candidaturas para la elección que se realizará en doce meses más. Mal momento para la Oficina, otro punto que te favorece, Araya

Antes de regresar le insistiré a Viera que haga lo que corresponde para poner atajo a esta huelga. Estela debe estar muerta de miedo, creo que voy a tener que enviarla para acá o a Santiago. En tres días se agotará el stock de salitre, si la huelga sigue, puedo perder el contrato con los ingleses y eso sería casi una quiebra, nos castigarán en dinero por el incumplimiento en los embarques. Los representantes de las otras salitreras, anoche, si bien fueron comprensivos, hicieron todo tipo de remilgos cuando les pedí me enviarán salitre. ¡Hijos de puta! Se van a aprovechar y subir el precio.

—Don Fernando! Permiso.
—Dígame, Daniel.
—La locomotora con el vagón estará lista a las tres de la tarde.
—Bueno, gracias.

No escatimamos la plata cuando nos la piden, radicales, liberales, conservadores, también algunos balmacedistas y algún demócrata, todos reciben el billete que les entregamos, los de las ligas patrióticas también, ¡Sólo esos socialistas no reciben pagos ni estiran la mano! A menos con ellos sé a que atenerme y sé lo que requiero!
¿Quién es el que lo reúne, que une a Araya con los socialistas? Midió cada paso, es hábil. Debió irse junto con los otros, tenía razón el Ramiro, había que liquidarlo allí, en ese instante. ¿Dónde te metiste, Ramiro?, ¿Te escapaste de mí, o te eliminaron así como tú hiciste con tantos?
Nadie está trabajando hoy, así dice el telegrama de las ocho de la mañana, ni los cabros chicos, nadie. Esta noche les cobraré a todos los que les doy plata extra en la Oficina, si sirven de sapos, que sirvan para romper esa huelga. Me importa un carajo que los conozcan, ya es notorio que no son de confianza de los otros, ninguno supo nada, nadie me dijo nada.


¡Ester! ¡Ester!
—Mande, señor.
—Mujer, a la una quiero almorzar, me voy a las tres, así que a la una en punto me sirves.
—Como mande, señor, si desea puede estar un poco antes el almuerzo.
—Avíseme en cuanto esté listo. ¡Váyase Ester!
—Con su permiso, señor.

Mi marido me ha dejado sola en este caserío y se fue a Iquique a no sé qué, a lo mejor a ver a su amante que tiene allá, me deja sola con esta turba de revoltosos, si saben que estoy indefensa a lo mejor me secuestran. Él, con la amante y yo con estos rotos de mierda, ni los jardineros están, voy a mandar a buscarlos, a lo mejor vienen.

—¡Miguelina! ¡Miguelina!
—¿Sea Estela?
—Niña, ¿Sabes dónde viven los Aravena, esos dos que hicieron el jardín?
—Si sé, sea Estela.
—Vaya y converse con ellos, dígales que vengan. Tengo terror a estos rotos que se han levantado contra mi marido, y dígale al jefe de la guardia que me mande a dos. No quiero estar sola.
—Sea, Estela, pero los Aravena deben estar con los de la huelga.
—¡Bueno, niña, ve donde te mandé! Por lo menos hasta que regrese mi marido.

Miguelina, esposa de uno de los mineros de los molinos de mineral, que está sin trabajar. Se dirigió al grupo de huelguistas, habló en primer lugar con su marido y luego con Pancho, le dijo lo que le había pedido la patrona. Pancho se rascó la cabeza, habló con Juvencio, Julia y José Manuel, estos lo sacaron hacia la plaza y hablaron tranquila pero apasionadamente.

—Yo opino –dice la Julita- que no es malo que vaya por un par de horas alguno de los hermanos. A mí me interesaría saber qué piensa esa mujer, a veces tan ignorada.
—¿Usted, qué piensa, Pancho?
—Es de alguna manera romper esta huelga, no me gusta la idea.
—¿Usted Juvencio?
—Yo pienso que nadie de los que están trabajando en las casas deben salir de allí, no son vitales en la huelga, no son productivos, la mayoría son mujeres, necesitamos tener oídos adentro. Lo de los hermanos, me es más complicado, pero creo que Julia tiene razón.
—Yo creo como ustedes, a lo menos por hoy o hasta que llegue Gómez, que uno de ustedes dos estén con la mujer. Ella al parecer confía en ustedes, lo que no es malo para nosotros. Alamiro hasta ahora está bien, y si logramos saber una vez que regrese Gómez lo que ocurre en Iquique mucho mejor.
—Pancho.
—Sí, compañeros.
—Tito es más ladino, que vaya él, ya explicaremos nosotros a la asamblea, nos entenderán.
—Mala cosa, compañeros, mi hermano será pero tiene su genio.
—Dígale que sólo hasta que llegue el patrón, que sepa lo que dice y que eso es indispensable.
—A la misia, le da risa con las historias del Tito, hablaré con él.

Nadie está trabajando, a nadie se le ocurrió ir a sus frentes, el inicio de la huelga es bueno, en todos reina la fe, las mujeres de las cofradías de la virgen han realizado mandas. Estamos todos en el inicio de la huelga. ¡No pedimos nada excesivo! Solamente que nos traten como personas y no como animales de tiro. Que nos paguen lo justo. Fernando Gómez fue a Iquique, lo más seguro es que regrese con los milicos, tratarán de meternos a la cárcel o dispararnos. Él administrador tratará de Sacar las castañas con las manos del gato, en este caso de los milicos.
Doña Estela está con miedo, ¿De qué? No somos delincuentes, nadie le hará daño, ¿Será el mismo miedo de nuestras mujeres? No lo creo. Lo que son las cosas, en el mismo tren que viaja Fernando Gómez con tropas, el maquinista trae los periódicos de hoy. Él nos dejará en el Rajo 1 los diarios. ¡En tú tren, Fernando Gómez, nos traen la voz solidaria! Té morirías si lo supieses!


A las seis de la tarde paró el tren de la Oficina, de él bajó un solo pasajero. Fernando Gómez. Quienes le vieron no escatimaron sonrisas. No llegaron los milicos, un pequeño triunfo habían logrado los huelguistas.

Curiche
Mayo 13 de 2007

Texto agregado el 13-05-2007, y leído por 453 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
20-05-2007 "Doña estela está con miedo"... Y los huelguistas, y sus mujeres, y Gómez, y Alamiro Araya... El miedo atravesándolo todo, aplazando cada segundo hasta el infinito… Miedo, rabia, resentimiento, esperanza, desconfianza, recelo, inquietud. Me imagino a esas mujeres sentadas alrededor de los fogones, rezando a la Virgen de la Candelaria, concientes de que lo que vaya a ocurrir es impredecible. “Tú nos enseñas, oh Madre / el Evangelio a vivir. / Haznos de Cristo testigos, / de su mensaje hasta el fin”… Es el preámbulo del todo o nada. (¡Qué bien logrado este capítulo, Curi querido, articula lo público y lo doméstico con sencillez brillante! *****) vacarey
20-05-2007 un relato muy bello impresionante escritura saludos5* neison
18-05-2007 Muy bien relatado, se siente ese frío que cala los huesos, y los diálogos permiten captar el carácter de los personajes. La huelga parece anunciarse bien para los huelguistas, aunque.... nunca se sabe. krasna
16-05-2007 Muy bueno colega 5***** xoy
16-05-2007 seguimos la huega y esperamos un buen desenlace para los obreros.*****+ tequendama
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