GIROS INESPERADOS DE LA VIDA. (Prosa)
Hacía tiempo que desconfiaba de aquella secretaria perfeccionista, que, cual araña tejía poco a poco su tela, enredándonos a todos en sus mentiras. Pero todo se truncó mucho más allá del mero odio o recelo para convertirse en un asesinato, el asesinato del hombre del piano. Aquella bella rubia había dejado atrapado al pianista en su telaraña, ahogándole con su ropia corbata tras suministrarle unas copas de más. Es posible que aquel pobre hombre se haubiese convertido en un estorbo en su camino a la fama y hubiese decidido acabar con su vida, que fuese por dinero, o simplemente que quisiese sentirse como la abeja reina, dominaándolo todo.Yo lo vi con mis propios ojos, tendido en la mesa un viernes a las 9 de la mañana, mirando hacia el infinito. Yo removía mi sopa con grumos cuando le ví, ahi, sin más. Creo que no podría describir nunca la sensación desoladora que me invadió y que me impidió llamar a la policia hasta pasados diez minutos. Mark fue el primero en llegar a la oficina tras de m y con un fuerte abrazo trató de tranquilizarme hasta que llegará la policiía, que parecía tardar siglos. Le conté todo cuanto sabía y mi intución acerca de la secretaria, puesto que sabía que habían estado juntos. El confirmó mis sospechas, pues el día anterior los había visto salir juntos a cenar a un restaurante cercano. En cierto modo me sentí atraida por él, y me gustaba aún más que no sintiera nada por aquella vívora que tantas veces había hecho trampas en finanzad de la emprsa y que lo arregalaba todo con "tratos especiales". Le pedí que me ayudará a encontrar pruebas y tras urgar cerca del pianista encontré una horquilla que creí que serviría comop prueba. A pesar de la insistencia de mi compañero acerca de no tocar nada yo proseguí con mi tarea y como no sabia donde guardar lo que para mi era la prueba feaciente del delito urgé en el bolsillo de mark para encontrar uno de esos típicos pañuelos de tela que suelen llevar los hombres. Había dejado su cazdora en una silla y yo indiscretamente metí la mano donde no debía. Y es que, me di cuenta de que e3n la chaqueta de Mark había una hebilla igual que la dque estaba casi debajo del hombre muerto. Mi sorpresa fue descubrir que aquel par estaba grabado y no habían pues dos pares iguales, se trataba de un ejemplar excusivo de una mpresa britanica de joyas para mujer, no me había percatado, pero ahora recordaba haberlo visto en una joyería selcta del centro, solo fabricaban 10 pares, cada unos distito entre si, habían ofrecido bonos a los accionistas de la empreas para gasta el dinero en aquella joyería, pero yo no comré nada. En el mismo instante en que miraba detenidamente la horquilla algo me golpeó y caí de bruces al suelo. Al abrir los ojos me encontraba en la prisión como si todo hubiese sido un sueño,. Al mirarme detenidamente me ecpontré en la piel de la odiosa secretaria, y cual enferma para internar en un hospital psiquiatrico traté de volverme a dormir para regresar a lo que pensaba que era mi realidad. Debía encontrar al verdadero asesino, y debía hacerlo ya.
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