Quentin Lammers sólo pescaba a veces.
Casi nunca para decirlo todo ; y si, por acaso, se acomodaba como lo había hecho aquel día en la orilla de cualquier río, las nalgas sobre una silla de tijera, la caña de pescar entre las piernas, cuidando del corcho que flotaba, era siempre en él signo de preocupación intensa. Hasta un eufemismo delicado era el término, tanto burbujeaba su cerebro. El espectáculo del agua que fluía indolente hacia su misterioso destino traía el necesario contrapunto al desarrollo de sus reflexiones.
Es que el reto era grave : tenía que poner a punto el plan de acción que le permitiría matar a Jansen. Es porque ver el corcho echarse a bullir -- sin haberle pedido nada--, y hasta hundirse, no dejó de contrariar a Lammers. Enganchó sin embargo, para no tener que tratarse de pescador ruin, y al momento siguiente, dando prueba de un arte consumado, en un gesto augusto traía el pez. Era una bella pieza. Lammers descolgó el anzuelo, considerando el animal que bullía en su mano, como si se preguntara lo que debía hacer. Luego, antes de que la bestia muera de ahogo, Lammers la echó de nuevo al río. Sentía sólo una cosa, y era no poder atrapar a Jansen con tanta facilidad.
Y si así fuera, se decía, es su cadáver que se encontraría en el agua... ¡Hombre! ... Esta muerte sería demasiado dulce para ese charrán que se fue con la caja... Encontró la falla... El cabrón... Sólo un error de código de nada en absoluto... ¡ Y hala, he aquí mi hombre qué ya trasladó todos los fondos de operaciones de la empresa en una cuenta a las islas Caimán!... Lugar perfecto para jubilarse... Bien escogido... Estará allí como un pez en el agua... ¡ El viejo cocodrilo!... Pero no... Ni hablar que se lo lleve en paraíso... Velaré por eso... En primer lugar, atraerlo en una trampa... Lo conozco... Su debilidad... Las mujeres... Hará falta que pague a una puta, le pediré encenderle, con objeto de atraerlo en este estudio que hice alquilar discretamente por una de mis filiales... Allá, habré colocado, muy a la vista, una botella con somnífero dentro... En el bourbon... Tan pronto como habrá bebido, tan pronto como ronque, le doy una propina a la chica, lo ahogo en la bañera, y no tengo más que sacarlo discretamente para echarlo en un río... Este país no carece de ríos... Creerán que es una imprudencia... Un suicidio... Poco importa ... Seré vengado... Mi plan parece sólido...
Pero de nuevo la línea se tensó, y Lammers reprimió un taco, asombradó por el peso de lo que se agarraba. Luego tiró de la caña, notando en seguida que al cabo del hilo no había pez. Siguiendo tirando, acabó por hacer volver hacia la superficie un zapato. Un zapato de charol, negro, de cordones finos. Esta vez, Lammers lo soltó, su taco. De su sacadera, consiguió acercar de la orilla el zapato, para darse cuenta que todavía envolvía un pie, el cual se encontraba hinchado en la extremidad de una pierna, la cual...
¡ Jansen! Lammers no se lo creía. ¡ Era el cadáver de Jansen que acababa de sacar del agua !
Pasada la primera sorpresa, Lammers descolgó el cuerpo de su línea, antes de rechazarle hacia mediados del río, y de mirarle alejarse en la corriente... Luego, habiendo replegado con cuidado su material, volvió mano en el bolsillo a su casa, silboteando, diciéndose que siempre se podía contar con el factor tiempo. |