De pronto se sintió desconectado, esa tibia cápsula en la cual se estaba acostumbrando a sobrevivir, comenzó a enfriarse paulatinamente. En su cabeza no terminaban de codificarse ni los conocimientos ni las señales, se sentía desorientado ya que sus movimientos no encontraban respuesta, la suave voz que parecía atravesar esas blandas paredes dejó de comunicarse con él y un par de perlas acuosas tomaron prístina forma en sus lagrimales. Notó que el oxígeno comenzaba a mezquinársele, que su vida, nimbo, antesala, nido o paréntesis se iba apagando como un cirio. Manoteó en la oscuridad en un inútil gesto por asir las últimas partículas de ese gas dulzón que le reconfortaba su alma. En la semiinconsciencia, al borde del colapso, se sintió aferrado por una especie de gran tenaza. El raudo viaje por la penumbra, dio paso luego a una orgía de luces y colores. Una mano inmensa le propinó severo castigo, acaso por atreverse a profanar ese refugio del que fue violentamente expulsado. Ciego, herido y blasfemando en su primitivo lenguaje, fue sacado de aquel recinto tortuoso sin percatarse siquiera que era un hijo de la muerte…


Adaptado de una impactante noticia en que un bebé fue rescatado del vientre de su madre fallecida.