Relojes, monigotes, gafas, juguetes… Vuelve a mirarlos y, con esperanza, vuelve a ordenarlos sobre la moqueta. Reza por que algún niño caprichoso pase con allí con sus padres o abuelos y se fije en algún objeto ruidoso. Su rostro se llena como cada día de ilusión cuando alguien se fija en uno de sus artículos, ilusión que se hace efímera cuando luego, de súbito, exclama: "…demasiado caro…no me interesa…paso…" Como cada noche, recoge sus cosas, y vuelve a un refugio a pasar la noche. Como siempre apoya la cabeza junto a sus tiestos, no vaya a ser que alguién venga y se los arrebate. Reza: ha tenido suerte aquel día, había elegido un buen lugar para dejar sus cosas y ahora daba gracias a Dios.
De nuevo, vuelve a amanecer, y reza por que hoy tenga suerte y pueda comprar algo que llevarse a la boca. Busca una buena calle, aunque finalmente volverá a la misma que el día anterior. Es una calle muy transitada, por donde pasan múltiples individuos enchaquetados y bien vestidos. "…No hay turistas hoy…" piensa, y se maldice al recordar que hoy es lunes y es día de trabajo. Aunque al poco, una voz amable y educada se le acerca y le dice "…¿ qué tienes por ahí amigo? …". Alza la vista y ve aun señor alto, enchaquetado, parece alguien importante. Da mil gracias al cielo antes de responder: "…Gafas, relojes, juguetes, señor…". Dice mientras muestra con sus manos todo su inventario."…¿ Qué valen esas gafas? …" Señala el señor enchaquetado." Mil doscientas señor", responde. " ¿Puedo probármelas?"
Sus ojos se llenan de alegría, puede vender algo, el momento está cada vez más cerca…"No me gusta, me quedan demasiado grandes, lo siento…" El señor se da media vuelta para irse. "…Espere, tengo más…" Apresurándose a sacar otros modelos que tiene guardados. Al final consigue la venta y por el precio que dijo inicialmente. Algo insólito, lo sigue con la vista. Ve como se va el señor del traje de chaqueta, se aleja entre las multitudes de las gentes y poco a poco se va perdiendo por la selva urbana. Súbitamente se sale de la selva de personas para atravesar el va y viene de vehículos. Va algo despistado, no ha visto un coche rojo metalizado que va demasiado rápido. El vendedor, al verlo, corre en su ayuda, ese era un buen hombre, de los pocos que no han intentado aprovecharse de él. Sus piernas lo llevan tan rápido como son capaces hasta el señor de la chaqueta, evitando ágilmente a los transeúntes. Justo antes de que se produzca el ocaso para la chaqueta, el vendedor se lanza sobre él y le evita una desgracia, a cambio de la suya.
Despierta, entre sábanas blancas, asustado. Tarda poco en percatarse de que se encuentra en un hospital. Quiere marcharse de inmediato, ha dejado sus cosas en la calle, posiblemente ya las haya perdido. Una enfermera se le acerca y le tranquiliza. Aquél hombre de la chaqueta ha dejado una nota para él. Agradecido, le ha ofrecido su casa para pasar las noches de invierno en cuanto le den el alta. "…La chaqueta es símbolo de distinción en esta sociedad…" piensa. Un nuevo camino se abre en la vida al vendedor. Su nuevo amigo le ayudará a hacerse un hueco en el mundo privilegiado, y, en poco podrá volver a casa con la cabeza bien alta. El cielo le ha escuchado y él le da las gracias. Su buen corazón ha sido premiado al fin.
En dos horas vuelve la enfermera y le dice que ya puede marcharse, que está bien. Es de noche, no demasiado tarde, y tiene gran ilusión por llegar a casa del hombre de la chaqueta. Pasea solitario por las calles de la ciudad. Conteniendo su euforia, alegre e ilusionado. No puede esperar a que se le abran las puertas de su nueva casa. Pero unas amenazantes palabras entran por sus oídos. "…Eh! Moro mierda!¿ Adónde vas, donde está tu patera? … Su cuerpo es recorrido por un escalofrío, mira hacia atrás envuelto en pánico. Unos jóvenes con las cabezas afeitadas y armados con bates de béisbol y cadenas lo observan detenidamente."…Por favor, dejadme en paz…" suplica mientras recula un par antes de empezar a correr. Mientras corre, oye el rechinar de las cadenas y las pisadas de sus perseguidores, que están cada vez más cerca. Sin mirar hacia atrás sigue corriendo a pesar de las órdenes de detenerse de los "skin-heads"…Un leve rastro de lágrimas que desaparecen en el aire va dejando tras sí. Cuando la vida al fin parecía serle favorable, todo se le va a ir al traste si sus piernas no son más rápidas que la de aquellas bestias urbanas.
Recibe un golpe en las costillas, y cae al suelo, sus gritos de dolor, odio y angustia se mezclan en el aire con las sádicas risas de los bárbaros de la urbe. Nadie lo escucha, nadie va en su ayuda, sin embargo, en la borrosa visión que le dan sus lágrimas puede ver como las gentes pasean indiferentes por la acera paralela. Les grita suplicándole ayuda mientras intenta evitar inútilmente los dañinos hierros de sus verdugos. Llama a la policía, ve como una mujer pasa a pocos metros de él empujando un carrito de un bebé. Dos muchachos se detienen a contemplar como le parten los huesos, les parece divertido. Pero, al igual que los demás transeúntes nocturnos, se hacen ajenos por completo a su desgracia. Se lamenta, llora, y sangra hasta que finalmente una férrea cadena le hace perder por completo la noción.
Unas horas más tarde despierta, está amaneciendo, no puede moverse, tiene todo los huesos rotos. Mira el cielo azulado. Entre lágrimas recuerda a sus padres, a sus hijos, y a los amigos que dejó en su tierra, desea reunirse con ellos. Le prometieron el paraíso al cruzar el estrecho, pero él ha encontrado un infierno, del que seguramente jamás podrá escapar. Cierra los ojos y segundos más tarde espira por última vez…Ha pasado a mejor vida.
En los sucesivos días, se celebraron gran cantidad debates sobre violencia callejera, inmigración. El alcalde prometió seguridad y albergues para los sin techo, que si la culpa la tenía la violencia en la televisión. Que si era un ajuste de cuentas debido a temas relacionados con la droga. Pocos culparon a un grupo de niños mimados que se divertían a costa del dolor de los que no son como ellos.
Se tomaron gran cantidad de aparentes medidas, pero ninguna de ellas le sirvió de nada.
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