Inicio / Cuenteros Locales / serey / Testimonio de un difunto.
[C:288837] | ||||
Siempre había que levantarse a las cuatro y media de la mañana. El acelerado y desgastador ritmo de trabajo me aumentaba un par de lucas a fin de mes para cubrir el pan de mi recién nacido hijo. El frío de la mañana calaba los huesos y adormecía la piel gastada de muchos años de trabajo. El olor a humedad estaba presente a lo largo de todo el año, invierno o verano el agua irrumpía con cualquier lluvia en la única habitación de la mediagua. Debía vestirme con la misma ropa sucia y gastada todos los días, llena de orificios por donde el viento congelado enfriaba aun mas mi cuerpo a lo largo del monótono día de trabajo. Luego, caminábamos a la micro y viajábamos durante una hora y media rumbo a la pega. Apoyada mi cabeza en el vidrio empañado tiritaba a intervalos al son del motor. Luego de veinte minutos se llenaba el transporte y algunos ronquidos se comenzaban a escuchar a lo lejos mientras dormitaba. Algunas caras conocidas hacían gestos de saludo a lo largo del viaje, y sufría cada vez que alguien subía o bajaba del bus y las puertas debían necesariamente abrirse por completo, entrando el viento invernal y congelado. Muchas veces con nieve, y una brisa que apenas dejaba mirar cuando caminábamos por la única avenida de la ciudad para avanzar un ultimo tramo rumbo a la oficina de operaciones para marcar tarjeta, equiparnos, e irnos a las maquinarias, distribuidas a campo abierto y que eran nuestras compañeras durante al menos catorce horas de trabajo diarias. Para que. Solo para recibir cuarenta y cuatro mil miserables pesos al final del mes. El resto, se conseguía trabajando en cualquier otra cosa durante los domingos. Era duro, y nuestras vida pasaban desapercibidas. Creo que nunca vi en los alrededores de mi trabajo o mi casa alguna campaña publicitaria de algún candidato presidencial, o senador por mi zona. Solamente uno que otro afiche en la época de la Unidad Popular. Era el tiempo de integrarse a Chile, en que marchábamos por la avenida, en ese entonces de tierra, y con pancartas y gigantes letreros pedíamos un aumento en la empresa, que era concedido y que mas tarde seria abolido nuevamente por el dictador. Después de eso, la gente estaba podrida de miseria, de angustia y de olvido. Creo que esto ultimo era lo mas desgastador de llevar una vida autista, aislada y sin energías. No había tiempo para la familia, ni para amigos. La Juana cuidaba a mi hijo, mientras yo trabajaba de sol a sol por un sueldo miserable. Nada alcanzaba. |
Texto agregado el 12-05-2007, y leído por 92 visitantes. (0 votos)
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login |