Es tarde ahora, y aunque acaso demasiado no puedo dejar de recordarte, no me permiten las neuronas quitarte de tan hondo que al invocarte se produce un eco. Son estas tardes locas en que me muevo siempre seguro con un escudo impenetrable, y me detengo a pensarte, cuando la tarde cae sobre esta joroba de sueños idos tan lejos y a la vez tan dentro.
Te he traído de regreso, cerré los ojos y estabas tú, abrí las manos y estaba yo, extendí los brazos y estábamos juntos, postrado ante tus pies fríos de nuevo como antes. Recuerdo tus enfados, tus reproches, tus piquetes en las manos, las largas caminatas en que admiraba tus piernas y el brillo de tus ojos, y se me viene el llanto encima, del fondo de esta garganta que no alcanzó a gritar cuando te fuiste, mientras te golpeaban en el pecho para que regresaras.
Debo dejarte tranquila, descansando entre las nubes donde sé me miras reflejado, en los mares ocultos de tu mano de mujer sufrida, que sin la mía seguro tiembla. No me permito alejarte, no en estas invocaciones nocturnas tan de mañana, que cuando miro el reloj pasan tus horas, y se me escapa en un aliento la historia de tus amores idos, y tus sueños rotos inconclusos. |