Tomando unos tragos en un bar, que no siendo de mala muerte tampoco era de buena vida, un hombre me decía:
He pasado la vida, o al menos una buena parte de ella, esperando que suceda algo grande, algo que cambie esta tonta forma de vivir que tenemos. No sé exactamente que es lo que espero, quizá un gran meteorito que aplaste medio mundo, o quizá una guerra que acabe con todo, o quizá que aparezca un ángel en el cielo anunciando que es el día del juicio final, o que se yo que.
Lo que sí sé decirle con seguridad, es que todos los días me levanto con la esperanza que algo de eso suceda.
No, no se ría que es en serio, me decía, no es cosa de que si estoy borracho o desesperado, no hombre, nada de eso.
Viendo que el hombre hablaba en serio, pedí otros dos tragos al mesero y me propuse escucharlo con atención.
¿Lo mismo?
Si, dos iguales, gracias.
A estas alturas he ido perdiendo la esperanza de verlo, dijo mientras apuraba las últimas gotas del trago que aun tenía en la mesa, pero no las he perdido por completo, lo que me pasa es que ahora creo que no lo veré en directo, mas bien creo que me va a tocar verlo en la televisión.
O por internet, le dije yo.
Si, talvez por internet, respondió observando el vuelo de una torpe mosca, que terminó cayendo dentro del vaso en lo que para ella debió haber sido una gran hecatombe, algo así como el fin del mundo.
Afortunadamente el vaso se encontraba ya vacío, me imagino que la mosca murió, nosotros pasamos a conversar de fútbol.
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