CONVIRTIENDO EL DOLOR EN CALIDEZ
Por Anami Sumeragi-Nameless
En estos momentos puedo sentir como la hierba aún fresca por el rocío otoñal roza mi espalda nívea y blanca medianamente cubierta, una sonrisa surca inevitablemente por mis labios mientras que mis ojos eléctricos, clavados en el cielo infestado de algodones blancos, chispean con una felicidad que nunca pensé podía poseer alguna vez, mucho menos cuando me encontraban en mis primeros días de vida.
¡AH…! En verdad es mucha la tranquilidad…Por cierto, perdonen mi descortesía, mi nombre es Yume Misume. Para quién no lo sepa, mi nombre significa ‘sueño’. Es un bello significado para él considerando que tuve padres que parecían, en varias ocaciones, querer asesinarme con la simple mirada.
Les contaré. Yo nací, desdichadamente, en una familia de famosos asesinos en un pequeño pueblo reconocidos por todos como una completa amenaza.
Su belleza era excepcional, debo agregar; tanto que sus víctimas caían en sus garras al pensar que aquellas miradas de calidez y tranquilidad eran verdaderas, siendo atrapados por sus descuidos. Una noche, intentaron escapar de las autoridades y, por ende, de nuestro pequeño pueblito de origen; pero los policías los atraparon sin mucho remedio, escogiendo ellos el suicidio a ser oprimidos por las leyes que otro les dictaba, olvidándose de un pequeño detalle que quedó tendido a sus cuerpos sangrantes e inertes.
Mi llanto llamó la atención de aquellas personas, tomándome en brazos y notando que era un pequeño bebé, llevándolo a ojos del que era nuestro emperador.
A él agradezco mi vida pues, pese a que todos sugirieron acabar con mi existencia ante el peligro que les ‘acarrearía’ en mi mayoría de edad, él se negó y ofreció a cuidarme hasta que consiguió unos padres para mí.
Transcurridos dos años de mi vida conseguí unos padres adoptivos, mas sus gélidas miradas y continuas palabras de desprecio hicieron que comprendiese que no era deseado…que tan sólo fuera una obligación con la que tenían que cargar a órdenes del emperador.
Año tras año todo fue cambiando. Cada vez me sonreían mas, felicitaban mis acciones y palmeaban mi cabeza con cariño; los abrazos tampoco se hacían del rogar cuando antes tan sólo el tocarme resultaba uno de los peores crímenes que hubiesen realizado, evitando siempre cualquier contacto físico con mi persona.
Aunque el gusto no me duró demasiado, pues a mis cinco años, sus muertes atacaron con dolor mi acongojado corazón…Ahora no había quien negase que estuviera completamente sólo en la vida, sin sonrisas, abrazos y actos cariñosos; sólo miradas gélidas, de odio y resentimiento ante la pérdida de sus seres queridos, haciéndome pagar por los pecados de mis padres. Un verdadero infierno.
A partir de ahí me volví frío y distante, mi corazoncito quería maldecir a todos aquellos que no sabían lo desdichada que fue mi existencia en la eterna soledad, bajo la sombra de mis padres, quienes me cargaban con penas y pecados de los que yo no era culpable.
Asistía a la academia con todos los niños, quienes no sabían nada de mi pasado por la prohibición que había de contarlo; mas no era impedimento de que sus padres les mandaran no dirigirme palabra o, cada vez que jugábamos juntos, los alejasen con brusquedad de mí, dejándome atrás, como todos los demás…como ha sido toda mi vida.
Innumerables veces me escondía en el tejado, encogiéndome y enterrando mi rostro entre las rodillas, mas no con lágrimas cargadas de odio, sino de tristeza, de añoranza al querer ser respetado, querido y halagado por alguien; pero aquello no parecía suceder; y con mi experiencia diaria dudaba que alguien fuera a hacerlo a menos de que careciese de razón.
Pero jamás olvidaré aquella mano que se tendió cerca de mi rostro, haciéndome sobresaltar de gran manera y caer sentado sin mis pupilas despegarse de aquel objeto, subiendo lentamente por el brazo de su dueño y encontrando una sonrisa sincera y suave solamente dirigida a mi persona…
En clase, habia escuchado que aquel chico era admirado a diferencia de él; cayado, tranquilo, pero completamente gélido con la gente hipócrita que trataba de arrimársele por conveniencia; incluso yo lo admiraba silenciosamente, pero jamás creí que él se acercaría a voluntad propia, sonriendo como jamás lo habia conocido, en cuclillas mientras me palmeaba la cabeza.
No salía de mi estupor cuando él estaba pasándome una mano frente al rostro. Mi impacto fue tal que mis lágrimas comenzaron a salir más a la par que lloraba abiertamente y con mis manos tallándome los ojos con insistencia, notando las palmaditas en mi espalda a la par que su presencia mas cerca de mí, carraspeando un par de veces antes de volverme a él, encontrándolo otra vez con un gesto que jamás mis padres me habían mostrado: aprecio, cariño y admiración desde la primera mirada que intercambiábamos.
-¿Por qué estás llorando?-me cuestionó en aquellos momentos al igual que sus manos se posaban en sus rodillas para descansar, ambos sin perdernos ni un momento la vista-Es raro que un hombre llore.
-No me molestes…-tratando de sonar imponente, pero mi puchero no ayudó demasiado para la risita alegre y apacible que escuché brotar de sus labios mientras sus atentos ojos azabaches escudriñaban los míos.
-¿Te sientes sólo?-preguntó a la par que yo volvía a mirar mis rodillas con un gesto que él asumía era una respuesta afirmativa-pero si eres genial. Yo no sabría que hacer si mis padres murieran. Me pareces alguien admirable y fuerte como para haber soportado crecer sin una familia
Nuevas palabras que alegraron mi alma salían de la boca de mi compañero, volviéndome a él quien perdía su mirar en el cielo tras acostarse de cara a éste, suavizando sus facciones a como comúnmente las encontraba
-Tu… ¿Me admiras a mí?-cuestiono incrédulo mientras me señalo con un dedo, volviendo a captar la atención de mi compañero-¿hablas en serio? ¿No lo dirás en broma?
-Creo que si haz escuchado hablar de mí tanto como yo de ti, no soy bueno formulando bromas-respondió con una ceja levantada con altivez, pero no tardó en regresar a su posición para volverse a mí con aquella irreal admiración
-Gracias…-contesto en un murmullo mientras abrazo nuevamente mis piernas, mas ahora sonriendo radiantemente, alejando aquellas muestras de tristeza que aún surcaban por mis mejillas para mostrar un gesto de agradecimiento en mis facciones
-No hay porque… ¿Yume, no?-preguntó curiosamente-Sabes, mi nombre es Yoru. Significa ‘Noche’-recalcó a lo que yo asentí-soy la noche que protege los sueños
Desde aquél momento, ambos hemos sido inseparables al transcurrir de nuestras vidas, demostrando que no éramos lo que la gente pensaba y que el destino lo decide uno mismo, y no dejar que el pasado le consuma
Me levanto de mi lugar observando hacia delante, sacudiendo la tierra que había permanecido atada a mi piel, sonriendo con amplitud antes de volver mi mirada hacia atrás, donde estaban poniendo la tarima donde la graduación se llevaría a cabo, aumentando sólo mi orgullo y felicidad al ver a Yoru y Miko, nuestra mejor amiga, acercándose a él con cara de reproche
Un nuevo regaño, algo de lo cual escapar; una nueva etapa que podremos disfrutar; pero algo en nosotros no cambiará, y eso es el rendirnos y caer ante las burlas de los demás. Uno, a veces, no puede valorarse a sí mismo pese a tener buenas cualidades; por ello siempre contamos con amigos que nos pueden dar un pequeño empujoncito a la realidad...
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