Luca y Él
Él:-Escuchar a Homero es como…es como fumar. Fumar en un umbral.
Luca: -Yo una vez me acerque, mucho, a una mina hermosa, no perra, hermosa nomás, y sobre aquel cuello esbelto, sobre aquel arquitesternón, tras el bellobulto de su pelo eché, yo, una bocanada de humo ilícito.
El: Sos un asqueroso surrealista.
Luca: Cigarrillos ilegalillos.
El: Asco das, orfebre.
Luca: Soportados todo el camino desde el Paraguay hermano.
El: Pero fumar, en un umbral, con la mirada perdida entre cielo y mar -es un decir-mejor, entre las sombras de mi pieza. Es como escuchar Homero.
Luca: Otra vez…bien, quizá la vez fuera la misma, dije o grité entre el estruendo muy cerca de un oído indeciso “Tus zapatos son la decadencia de Occidente”
El: ¿La decadencia de qué?
Luca: Precisamente eso, entre el estruendo, muy cerca de un oído obstinado, dijo o gritó la mina hermosa a la que yo había dicho o gritado “Tus zapatos son la decadencia de Occidente” Y contestó: “¡Vos tenés un delirio mental…!”
El: No veo de que otra topología del delirio pudiéramos hablar.
Luca: Yo tampoco vi de cual alter pudiéramos hablar, decir o gritar, cerca de cualquier oído. Quizá…salvo el suyo.
El: Poray ellos también deliran de cuerpo, lo que vendría a explicar un manojo considerable de sus procedimientos comportuales, a saber, el rrugbi.
Luca: Acaso. En esa fiesta bailaban algunos que otros especimenes procedentes de esos foros.
El: Ha visto.
Luca: Sí, he. ¡Unas lindas minas había! Todas tendiendo hacia algún otario, sin embargo.
El: Notarios eran los de antes.
Luca: Como los diamantes.
|