Es como cuando de pequeño te caías y te raspabas en la rodilla, y te ponías una curita de animalitos y seguías jugando. Pero ahora no estás jugando, ni eres pequeño, ni hay curitas. Ya no es la rodilla la raspada y las curitas de animalitos no existen para raspones de corazón…
Y yo ciertamente creí en ti y no te vi en ese momento como una piedra que me haría caer, pero eso fuiste, y me arrepiento de no haberlo sabido a primera vista. Tal vez me hubiese ahorrado los raspones… Qué ironía no? Cómo pasaste a hacerme daño, cuando fuiste tú precisamente quien una vez me dió curitas para el corazón, es irónico pero son cosas que pasan, y si te lo preguntas SÍ, SI creo que tengas la culpa. Pero ojalá mis raspones sanen como sanaron hace tiempo los de la rodilla. Ojalá deje de caerme una y otra vez con la misma estúpida piedra que eres tú y ojalá que nunca, nunca nadie te haga lo que tu me hiciste a mi… Porque el sabor amargo en la boca, y las lágrimas corriendo por tus mejillas, sería algo que, tú, poco hombre, cobarde, traicionero y descarado, podrías dificilmente soportar…
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