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Frío....Frío....Caliente... Tres estampas gastronómicas.

Sentados alrededor de la mesa, forman un grupo armónico. Comen con elegancia y mesura. La mesa tiene un color marrón muy atractivo. Te gusta acariciarla con las yemas de los dedos, lo mismo que a los dibujos del mantel individual. Te fascina jugar con el cuchillo de postre, con el cual finges afeitarte, firmas los platos y te limpias las uñas de las manos. Te entusiasma adivinar la marca de los vasos mirándola a través del agua. Sobre la cabeza de tu madre ves el cuadro de flores que conoces de memoria. Miras hacia arriba y encuentras la araña. Te gustan mucho sus cristales y el juego de luces que hacen cuando están iluminados. A la hora del almuerzo, el sol cae sobre el baIcón y las flores toman colores muy vivos. Te encandilas con ellas, y al volver al interior todo te parece estático. La penumbra momentánea te hace ver estatuas en vez de personas. Pero un cierto movimiento de las manos y de las bocas te vuelve a la realidad.
Casi nunca llegas al postre, y jamás tomas café. “Hemos comido y hemos bebido; demos gracias al Señor”, decía tu abuela antes de levantarse de la mesa. Porque eras chico, te impresionabas al oír esa frase, y te imaginabas la blanca figura del Señor, iridiscente, impartiéndoles la bendición desde una elevada plataforma. Ahora, al recordar esa expresión, te imaginas al Señor que, transitando apurado por la calle, como al descuido, se vuelve y responde: “No hay de qué”, “¡qué va, hombre, de nada! con una sonrisa curiosa, divertida y algo irónica en los labios.

Pero en esa época tú no sabías que, veinte años antes, una joven señora, (sí, ésa que almuerza en silencio debajo del cuadro con flores), durante una cena familiar en casa de los padres de su esposo se aventuró a opinar sobre política internacional. Corrían los años 40, y el mundo en guerra era campo más propicio para las balas y las bombas que para el intercambio de opiniones. Entonces ocurrió lo siguiente: El suegro no admitió la atrevida injerencia de su nuera en la conversación (para colmo femenina), que alteraba su esquema político-ideológico, y la expulsó de la mesa sin más trámite. Pero ella debió limitar el exilio al frío, oscuro y desolado hall de entrada. De retirarse de la casa sin autorización, tendría prohibido el regreso. Para siempre.
Y se quedó allí, solita, sentada en un enorme y duro sillón en ese helado vestíbulo, escuchando los apagados ruidos que le llegaban desde el comedor. Finalizada la cena, apareció su esposo. Pálido, parecía descompuesto, la tomó del brazo y salieron apresurados, empujando con alivio la pesada puerta de entrada, que retumbó detrás de ellos en el vacío que abandonaban. La acidez que él sentía frecuentemente por la noche, no la pudo calmar esa vez con la habitual dosis de bicarbonato.


Ahora, las mesas familiares desde el comedor son acontecimientos festivos, que no se realizan todos los días, y reúnen a la familia ampliada, a la gran familia. Entonces se despliegan los manteles, cubiertos y vajilla de alguna abuela, vinos de marca, y las variadas fuentes empiezan a desfilar de la cocina al comedor , o viceversa, al compás de voces naturalmente altas- porque todos hablan al mismo tiempo- , y las risas se multiplican festejando algún chiste, o una observación picaresca... Y algunas arias de Le nozze di Figaro acompañan amablemente la reunión deslizando en alejados parlantes “Se vuol ballare, Signor Contino”, “Non più andrai, farfallone amoroso”, “Pace, pace, mio dolce tesoro...”Todos se mueven ya que a todos les pertenece la ceremonia, en la que han participado desde la provisión de la pitanza, la preparación de la misma ( a veces harto sofisticada)...
Y los platos se suceden y el café da lugar al té con masitas, o a la rueda de mate, y ya casi al final, otra mesa rápida, esta vez fría, la del estribo, y luego besos y abrazos, y un “hasta pronto” que nunca es hasta pronto, pero valió la pena...
También hoy, la mesa diaria, la pequeña, es la de la cocina. Breve, con más intervención de la heladera que del horno y las hornillas, con su ritmo particular, sin prolongadas sesiones...con su charla que sucede a la otra, la que venía siendo, como parte de una parte del día, estirando la del living, la del automóvil, la de la alcoba, la del patio...acompañada con música en la radio (desde “Canciones sin palabras” de Mendelssohn, al “trío nocturno” de Schubert, o “Souvenir de Florence", de Tchaikowsky)), o con esa que viene de afuera, desde el jardín, los sonidos del viento, suaves notas que surgen del movimiento del “llamador de ángeles” o “armonizador de ambientes” y que ingresan por la ventana agregadas a la sutileza del perfume del jazmín y a la exuberancia voluptuosa de la dama de noche, a los que se añaden los complejos aromas de la salvia, el romero, la menta, el orégano y la albaca, que crecen amontonados junto a la ventana, porque también todos ellos participan de la gran fiesta familiar y hacen sentir su presencia.

Texto agregado el 04-03-2004, y leído por 420 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-03-2004 Asombredo me quedo, cada vez que me acerco aqui. No sé si eres tú, o soy yo, que encontré la puerta para entrar a estos relatos. Tienes la culpa de mi acidez de estómago de hoy. Un saludo. nomecreona
07-03-2004 Acabo de terminar de almorzar con toda mi familia...esposa, hijos, nueras, yernos y nietos. Me asomo al computador y leo este hermoso relato y fui sintiendo, de nuevo, la sensación armoniosa de una familia unida...hasta que Dios diga. Tienes la facilidad de comunicar sensaciones completas, colega. Gracias por el rato. rodrigo
06-03-2004 A veces la censura que más duele es la del tuétano familiar, y el exilio peor amparado el consanguíneo. Una muestra de “esa mujer que no salió en la foto, que hablaba demasiado, que se creía más inteligente que los hombres” acomodada en un relato de denunciamiento. Un “así fueron las cosas, pero no tienen porque seguirlo siendo.” Enorme saludo. Gabrielly
04-03-2004 Tres estampas confirmando que lo importante no es lo que está sobre la mesa, sino alrededor de ella. Una con bordes dentados y papel de hilo, otra con papel ilustración y con una replica impresionesta y la tercera en arte digital. Filosa la pluma aqui a la hora de plasmar el análisis del comportamiento social, y con vuelo de prosa poética en las imágenes auditivas y olfativas. Muy buen trabajo. gracias por compartirlo hache
04-03-2004 Una narrativa que deriva desde la nostalgia de la rememoranza a la plena actualidad. Hiciste bien en tomar como tema central la mesa, ya que alrededor de ella es cuando las familias se enlazan (o se desunen) y en definitiva, adquieren la connotación de familia. Es cierto que en los tiempos que corren, ya no hay mesa que tenga la virtud de reunir a una familia por mucho tiempo ya que el ritmo desenfrenado de esta sociedad lo impide. Pero esos mili instantes, que existen, hay que saborearlos y disfrutarlos a concho ya que, de todos modos, es lo que nos va quedando. Un buen relato que me trae hermosos recuerdos... gui
 
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