Era tan imposible de realizar lo que el catolicismo nos exigía que hubimos de buscar satisfacer nuestras naturalezas A ESCONDIDAS.

(Ello quedó tan cuajado (en las tristes naciones) que si no se busca satisfacer la naturaleza a escondidas entonces no hay GRACIA).

Lo prohibido es lo que se esconde, fuera de lo que se esconde sólo nos queda la apariencia la cual puede resultarnos divertido muy bien actuarla.

Tenemos entonces dos hombres en un individuo: aquel que se excita practicando a escondidas lo prohibido; y la máscara: el individuo familiar, el hombre social, el hombre de la tele: el venezolano.

¿Dinero? ¿Dinero sucio?: La mejor de las excusas para su bien merecido arrebato. Nadie puede arrebatarle al venezolano ese su privilegio* (sería algo tan criminal como decirle que ame a su esposa y olvide a su amante)

* el privilegio de disfrutar de todo dinero mal habido, porque es lo único capaz de hacerle sentirse humano (lo prohibido, lo incorrecto, lo que se gusta a escondidas, lo aligera de la pesadumbre mortuoria de la máscara (que es la pretensión de que cumple a cabalidad las reglas católicas), le otorga una cierta vitalidad simpática idiosincrásica “natural”.)