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Inicio / Cuenteros Locales / Tejedor / Y la rutina se quiebra para siempre

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En la oficina, una vaga comezón en el canal auricular. En un impulso de creatividad tomo un ganchillo para papel y lo desenrollo, convirtiéndolo en una herramienta. El largo y delgado alambre de acero entra en mi oído y la diminuta rugosidad del extremo truncado a presión ataca el punto exacto, borrando la comezón y otorgando a la piel interna un extraño placer, una estimulación casi sexual.
Pero eso no es todo. Los ecos de la sensación activan un segmento de mi sensibilidad auditiva que nada tiene que ver con las perturbaciones atmosféricas que forman los sonidos de todos los días. Me llegan, inesperadas, las ondas residuales de una conversación lejana, transmitidas en una frecuencia invisible del espectro de la realidad. El hallazgo me intriga. Me enderezo en mi silla, quieto, respirando lentamente, ajusto la posición de mi cabeza para tratar de escuchar. Hay algo, extrañas criaturas presentes en la distancia, eventos tomando lugar debajo, detrás de lo visible, como si habitaran otra dimensión, y adivino que se encuentran mucho más cerca de lo aparente. Se me eriza la piel. Por un instante me siento como un ciego que viera tan sólo parcialmente con un ojo y por primera vez: formas difusas, luces y sombras, nada concreto. Mi oído izquierdo es el único enlace a este contenido indescifrable.
Aquí vienen otra vez: murmullos, movimientos. Algo pasa pero no puedo saber qué. Escucho atento, incluso mi corazón disminuye su ritmo hasta pulsar lentamente, tratando de hacer el menor ruido posible. La señal se vuelve más débil, mi oído está regresando a la normalidad, las sensaciones en el interior de mi canal auditivo se apagan poco a poco. Lo último que presiento es que algo me ha detectado y fluye hacia mí, soy un intruso y se me inspecciona, pero la presencia se desvanece, o me desvanezco yo de esa otra realidad. Mi oído se desensibiliza y estoy de nuevo escuchando sólo el bajo zumbido del ordenador y el aire de la calefacción. Los indicios del otro mundo desaparecen como luz que se va, como una puerta que se cierra.
Mi secretaria se acerca, escucho sus pasos aproximándose por el pasillo. Miro fijamente el diminuto ganchillo de acero entre mis dedos y furtivamente, como un ladrón, lo pongo en mi bolsillo.

Texto agregado el 04-03-2004, y leído por 255 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-03-2004 Una sola cosa te digo. Ten cuidado con las infecciones que pueden ser muy peligrosas en la zona auricular. Por otra parte ¿Ese ganchicho no será un micrófono espía que se le quedó a tu jefe? gui
04-03-2004 Es un momento mágico y tan bien descrito que me dan ganas de probar a ver si escucho lo mismo, muy bueno yoria
04-03-2004 Perdón por la gringada Nínive, y gracias por el comentario. Lo he corregido. =) Tejedor
04-03-2004 Me he convertido en una adicta a Tejedor, tu nombre se acuerda con los textos tan bien urdidos que presentas. Hay momentos así yo experimenté uno que no puedo olvidar, estaba en un lugar de tráfico, de gente que iba y venía, gritos de vendedores ambulantes y de pronto por unos segundos impresionantes cayó un silencio absoluto. No creo que exista el verbo desensitizar , me parece que hay que decir desensibilizar. BRavooo!Yvette NINIVE
 
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