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Don Romero cumplía con el mismo ritual todas las tardes, se sentaba en el banco de la plaza a lanzar el maíz a las palomas, esos voraces animales que están al límite de ser alimañas. Lo observaba, era placentero ver como las aves se le abalanzaban demenciales al oler el maíz.
Todas las tardes en la misma plaza, en el mismo banco, el viejo, abrigado siempre con igual cantidad de ropa, ya sea en pleno Enero o en la más gélida tarde de Julio.

Hoy fue inquietante verlo, eran demasiadas las palomas que le treparon encima, no era normal, sobre la cabeza, en los hombros, en el abdomen, algunas se agarraban furiosas a la bufanda, sobre el pecho y el cuello, varias intentaron subírseles a sus manos temblorosas.
A la tarde siguiente, el espectáculo fue dantesco, algunas lograron aferrarse con sus garras afiladas a los pómulos, a las bolsas de los ojos, la cara quedó cubierta por completo por el plumaje grisáceo tornasolado, picos, ojos ávidos, cabecitas nerviosas, todo el cuerpo quedó enseguida cubierto por completo, la bolsa con el maíz había caído al suelo, fue vaciada en segundos por una cúmulo espantoso de alimañas aladas.
Yo observaba más espantado que entretenido.
Un ovejero alemán irrumpió en la delirante escena con ladridos estrepitosos, haciendo volar a las aves espantadas en varias direcciones, creando confusión con sus aleteos zumbantes.
El esqueleto del viejo quedó impecable, ni si quiera sus ropas habían dejado, era curioso ver como la posición de los huesos transmitían la sensación de una muerte tranquila.
Me acerqué inmiscuyendome respetuosamente entre la multitud que gritaba espantada. Después de un largo rato de mirar extasiado las finas costillas que habían albergado ese corazón cansado de bombear, noté algo entre las falanges de la mano derecha, desenvolví los huesitos que encerraban como en una jaula de pájaros a un papel abollado, cuando lo desplegué, un hombre con los ojos enrojecidos me preguntó casi a los gritos que había escrito allí, le contesté intentando mirar el sol, con un ojo guiñado por la luz: “Hoy es el día, hoy seré, al fin, libre como ellas”.

Texto agregado el 09-05-2007, y leído por 232 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-05-2007 La rutina y el tedio nos conducen al hoyo. Saludos. Jazzista
 
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