Con tu puedo...Cap 42
A las doce, la sirena sonó
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
(…)
Te sentirás acorralado
te sentirás perdido o solo
tal vez querrás no haber nacido.
José Goytisolo
—Antonio, usted será jefe de los guardias, no quiero que cometan errores. La situación es complicada, cualquier chispa puede hacer explotar algo y las consecuencias serán graves, así que nadie hace nada sin que yo lo ordene.
—Gracias por la confianza, señor. ¿Qué hacemos con Alamiro Araya?
—Con él, solo síganlo, no le vayan a hacer algo, de él me encargo yo personalmente ¿Le queda claro?
—Sí, señor.
—Que la guardia, se quede en el campamento, que no entre nadie desconocido, todo el que llegue, hombre o mujer lo anotan y también anotan dónde van, si no, los retienen en la estación y los envían a Iquique en el próximo tren.
Una locomotora con un solo carro se ha detenido, al vagón sube el Administrador e inmediatamente parte rauda hacia Iquique con un solo pasajero.
Alamiro Araya es de los que se sienten incorruptibles, pero nadie lo es absolutamente, ya que al final en la tierra todos nos corrompemos y somos carne para gusanos; y tú, Alamiro, no pasará mucho antes de que lo seas.
Debo informar a Londres. Ese mocoso fue inteligente, tiene menos de la mitad de años que yo, es menor que la mayoría de los mineros y me ha metido en este lío. Si hace lo que hicieron en mil novecientos siete, de venirse a gritar a Iquique, lo tendré en un puño, si se queda en la Oficina, será un tanto a su favor.
Hay cosas simples y se puede acceder, eso del cepo, lo había pensado ya; lo de la pulpería es complicado, hay ocasiones en que gano más por la pulpería que por la extracción de caliche. Reajuste de un veinte por ciento ¡Las pelotas, cero! Si logro que me envíen tropas salgo de inmediato de esto, sino, crecerá la huelga, espero me dé la semana que les pedí. Ni siquiera quiso mostrar a los otros delegados: Respondo por todo y por todos, me dijo.
—Alamiro.
—Dígame, Efraín.
—Jefe, anoche, ando con la caña mala, quiero ir a dormir un rato, como no hay demasiada pega, otro día le retribuyo el favor.
—Efraín, no soy su jefe, estoy acá porque el Administrador me quiere cerca, como no está, vaya tranquilo, pero, regrese antes de las cinco.
—Gracias, jefe ¡Cuídese mucho usted!
—Siempre me cuido.
Que fácil sería, tres años, tres años de salario, treinta y seis meses. Si le hubiese dicho, que sean cinco años, seguro que manda al contador a contar los billetes de sesenta meses de sueldo, hubiera pedido algo, creo que me pediría los nombres del resto. Podría irme a Ovalle y ayudar a los viejos, con ese dinero podría comprar algún ganado, ayudar con la enfermedad de mi padre.
—¡Alamiro!
—Pancho. ¿Qué hace por acá?
—Nada importante, la Doña Estela me mandó, quiere hacer un jardín más grande, así que salí y le veo a usted compañero, parecía en la luna.
—Hay momentos en que se me llena la cabeza de dudas, Pancho, y parece que este era uno de ellos.
—Alamiro, hay momentos en que creo que vamos a ganar nosotros, creo que este es uno de ellos. Confianza, confianza compañero.
—Gracias Pancho.
Esa es la respuesta, me la da mi compañero: confianza. Este amigo y su hermano y algunos otros tienen los ojos puestos en mi, no lo hacen por saber algo, lo hacen para que nada me ocurra, y me hablan de que tenga confianza. Fernando No hay dinero que compre mi conciencia.
A la una Alamiro fue a almorzar a la cantina, el local estaba lleno, principalmente los que trabajan en el campamento, carpinteros, herreros, mecánicos, todos saludan a su líder, todos le han confiado su futuro.
—Julita.
—Dígame, señor.
—Julita, hay que avisar a Sergio, el caballero no va a responder hoy, así que esta la noche comienza la cosa. –Alamiro le dice en voz baja a su amiga.
—Creo que iré a Iquique el fin de semana.
A la misma hora en que Julia colocaba un telegrama a Sergio avisando: “Iré a Iquique el domingo próximo” a esa misma hora llegaba Fernando Gómez a la ciudad, de inmediato se dirigió a la oficina del abogado Viera.
—¿Cómo están las cosas, Fernando?
—Mal, esta mañana le he ofrecido tres años de salario a Araya, si se va, se los pago de inmediato. Creo que no aceptará.
También le he dicho que no puedo responder de inmediato, que tengo que comunicarme con Londres, eso puede ser algo que retrase la huelga.
—¿Te darán el plazo?
—No lo sé, le dije que no había posibilidad de reajuste de salarios.
—¿Para qué ser tan categórico?
—Es necesario hacerlo. ¿Hablaste con la Intendencia?
—Sí, se comunicaron con Santiago y esperan respuesta. Mañana sabremos algo, se ha pedido autorización para enviar tropas. Debemos ir a ver al intendente a primera hora.
—Bueno, a las ocho estaré acá. ¿Qué hay de los socialistas de acá?
—Han estado activos, hace una semana les destruyeron la imprenta, los de la Liga aquella, esa a la que entregamos algún dinero de vez en cuando.
—En buena hora hicieron algo a tiempo.
—De cualquier modo, debiste haber dejado la cabida que conversarías con ellos, no es malo mostrar un atisbo de querer hablar, cerraste el camino muy luego, pero ya está lanzada la cosa y mañana veremos con la autoridad.
—Es que no quiero entregar nada de dinero.
La charla es larga, un par de horas en la oficina del abogado y toman sus provisiones para cortar el brote antes de que le enfermedad contagie todo. Luego, el Administrador se reúne con un grupo de administradores de otras salitreras, todos piensan lo mismo, nada de pagar más.
—Compañero Luis, llegó el aviso, esta noche se inicia la huelga en la Oficina.
—¡Santiago!
—¿Don Reca?
—Hay que preparar una edición para mañana, vamos a comunicar que en la Oficina se inicia la huelga ¿Están las peticiones?
—Sí, guardamos una copia, la colocaré en la primera página.
—Escribiré la Editorial, Sergio hay que ubicar a Elías, informar por telegrama a las oficinas del cantón.
—Elías no demorará nada.
—Elías, ¿Sabe la nueva?
—Sí compañeros, me han entregado un mensaje desde la Oficina, el telegrafista es amigo mío. El Administrador está acá, mañana se reúnen con la Intendencia. Lo más seguro es que soliciten envío de tropas para reprimir. Tenemos que apoyar a los compañeros, en especial a Alamiro.
—Hará falta muchas reuniones, hay que ver con todos los gremios del puerto, con los de Tocopilla e incluso con los compañeros de Antofagasta, si se alarga van requerir mucha solidaridad y tener presente que eso puede generar otras paralizaciones.
Elías, hay que ver con los trabajadores del ferrocarril, creo que van a cercar la Oficina, así que debemos ver cómo le enviamos las cosas. No es imposible, en la mayoría de trenes hay gente nuestra, como los compañeros que llevan los periódicos. Hay que buscar sitios cercanos a la Oficina en donde dejen la carga con alimentos. Que nada quede a la suerte, esa huelga es vital, mostrará que se puede triunfar.
—Se ha conversado con ellos y está la voluntad de llevar lo que sea para el éxito, que tanto falta nos hace.
Son ya las seis de la tarde y el Administrador no da luces de querer conversar, ha de pensar que le he entregado la semana que pidió, sólo restan seis horas. El que Mariana se haya quedado en mi casa anoche ha sido lo más maravilloso que me ha ocurrido. Cada día más enamorado y ahora, al consumarse el amor en la noche, todo es mejor, fue tan lindo y a la vez tan fuerte. Mariana se quedó conmigo pensando que en esta huelga que se viene puedo perder tantas cosas incluida la vida. Siendo así las cosas, hay que enfrentar al patrón y buscar la manera de salir triunfante.
Llegó la noche y, Alamiro sin recibir respuesta alguna del Administrador. Cuando el reloj de péndulo en la cantina hizo sonar las doce campanadas, el joven dirigente se encaminó a la Maestranza. Quienes ahí estaban le miraron expectantes, pidió permiso y con su mano firme, tomó la cadena para abrir la tapa que permitía o cerraba el paso del vapor.
La tomó y tirando hizo que el vapor saliese con toda su fuerza haciendo sonar la sirena, tres veces la hizo silbar, tres veces que indicaba que todos los trabajadores paraban sus labores en señal de protesta por la negativa de la Administración a otorgar lo que se pide. A las doce de la noche se iniciaba la huelga.
Los mecánicos que estaban en la maestranza salieron juntos con Alamiro, guardaron sus herramientas, quitaron la energía a las máquinas, el capataz de la sección quedó sólo. Los herreros hicieron lo propio. Todo el mundo se dirigió a la sala de teatro para conocer las nuevas.
Muchos iban con cara de sueño ya que la sirena los encontró durmiendo, sueño cortado y que ya no sería regresado hasta el día siguiente. Esa noche nadie dormiría en la Oficina, el sueño reparador de la noche fue cambiado por el sueño colectivo de mejor vida. Cada rostro muestra expectación, hay alegría, estado que a ratos cambia por la incertidumbre. Cada delegado cuenta su gente, toman las medidas para que en la madrugada que se avecina, en ningún frente se trabaje.
Un aplauso recibió a Alamiro cuando regresó a la sala, de inmediato se inició una asamblea con los que allí estaban.
Compañeros –inició sus palabras Alamiro - Esta mañana me reuní con el Administrador, me pidió dijese a todos y cada uno que. ¡No entregará un peso de reajuste! Me ofreció dinero para yo me fuese de la pampa, dijo “que tenía que esperar a que desde Inglaterra le respondiese y que necesitaba al menos de una semana para responder”
Marchó a Iquique a reunirse con el abogado y de seguro con el Intendente a quien pedirá nos envíen la policía para que trabajemos a la fuerza.
Acá estamos y lo que viene no va a ser fácil, los compañeros de los gremios de Iquique, Tocopilla, Pisagua y de otras Oficinas han manifestado que nos apoyarán cada uno desde sus lugares, y si se alarga también enviarán solidaridad en alimentos para mantenernos firmes.
En la madrugada hay que asegurar que la huelga sea total. Y la pregunta que me surge es: “Qué hacer con los que quieran romper la huelga?
—Alamiro.
—¿Don Gustavo?
—Yo le aseguro que los derripiadores pararemos todo y si algunos se atreve a levantar una pala con material, le sacaremos la cresta de inmediato.
—¡Y nosotros los herreros también!
—Maestranza ya está parada.
—¡Ningún matasapo trabajará!
—Las mulas no se moverán de su establo, no moveremos las herramientas y si alguno se le ocurre no hacer caso, lo patearemos más fuerte que las mismas mulas!
—¡Los carpinteros paramos todos!
—¡Alamiro!
—¿Doña Ernestina?
—La mayoría de las mujeres estamos acá o en la casa, pero, pobre del marido que vaya a trabajar. ¡Que se cocine solo y si quiere algo más, pues que se haga la paja!
La risotada fue general, el marido de Doña Ernestina es obrero en los rajos.
Un niño se acerca a Alamiro y le pasa un papel, lo lee y habla a los presentes.
—Compañeros, hace poco han enviado un telegrama a Don Fernando así que en menos de una hora lo sabrá. Hay que tomar medidas con nuestros compañeros. Que nadie se deje pasar a llevar por algún guardia, ellos también saben que hablamos muy en serio, así que hay que cuidarse. Lo más seguro es que en un día o dos nos vayan a cerrar la pulpería, adquieran lo máximo antes de que ocurra, pronto querrán ahogarnos por hambre. Que nadie haga el intento de asaltar la pulpería ya que sería la legalidad para que nos disparen por ladrones y no por la huelga.
En esta huelga debemos actuar con la máxima unidad y, compañeros, ahora hay que descansar, que de cada frente se hagan turnos para permanecer en pie. Yo, me voy a instalar acá, aquí voy a dormir, el resto, por favor la mitad que vaya a dormir y la otra que permanezca acá.
Es esto una lucha, una lucha sin cuartel, no nos darán ningún instante de alivio, por lo mismo en ningún instante tenemos que estar desprevenidos.
¡Ganaremos, estoy seguro que Triunfaremos!
Curiche
Mayo 8, 2007
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