Artemio Fernández, se definió a si mismo como un buen aficionado a los trenes. Acercándose al micrófono conferenció sobre el ferrocarril en la provincia de León. En el turno de dudas y preguntas escuchó atento una extraña divagación:
-Señor Fernández, hay quien se define remarcando sus estudios o profesión, incluso aquel que prefiere subrayarse como originario de un país o una ciudad determinada. Me llamó la atención. Usted se definió como un buen aficionado a los trenes. Como si no hubiera nada más en su vida...
-Afortunadamente hay algo más, claro... ¿Qué deseaba peguntarme?
-Hice la pregunta.
-El año pasado asesoré una película entrañable sobre los ferrocarriles uruguayos. En España la titularon “El último tren”.
-¡La vi! ¡Excelente!
-Sabe, en mi estancia me llamó la atención un punto de diferencia entre unos pocos uruguayos y la mayoría de la gente del Bierzo. Usted y yo serviríamos como ejemplos. Tal vez se pueda entender como una gran ventaja. Le felicito por ello. Como he dicho, unos pocos de ustedes no necesitan definirse. Le han bastado las primeras palabras.