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Llego de repente, una niña entre fría y segura. Saludo, dejo la maleta. A la hora de la cena le pregunte que si quería helado, la muy respondona contexto – ¡a esta hora! - ¿La pregunta creo no daba para esta respuesta?, bueno si... Se dirigió a sus cuarto y allí quedo. Al otro día si me hablo, hasta la tarde comenzó la preguntadera sobre esto o sobre aquello, mis respuesta lo mas amistosas posibles, no se, pero ya le tenia mucho cariño. En su casa, sus preguntas me hacían participe de ella, sus interrupciones. Así paso el día. Despertar en su habitación me pareció un acto de amistad, aunque este sea el cuarto de huéspedes cuando llegamos los descamados.

Bueno, que me impresiono, que sea la posibilidad de una nueva familiar, o su manera de ser. Existen personas que uno busca y, otras que llegan siendo invitadas mentalmente. Sin que uno las conozca, ni siquiera las haya podido observar. Pero llegan recogiendo llamadas perdidas. No como recompensas, mas bien una posibilidad de acompañamiento. Javier, hoy comento – Tengo dos hijas y, lo único en que me debo esmerar, es en darles mi compañía...
Aprender a dar compañía no es solamente un estar hay. Puede ser mas bien, hacer ver al otro, el valor de su personalidad, lo que llama la atención de este, lo que no, lo que enamora, lo que exaspera. Generar una confianza tal, de poder desnudar el alma sin temor a ser, vestido de recriminaciones. Reencontré un ser, al cual yo no he podido acompañar en ningún aspecto. Es Maria Camila, hijita de mi papá. Vive en otra ciudad. Ella es una niña, la cual me a hecho sentir que puedo llegar a ser un buen compañero. Las pocas veces que he podido entablar una conversación amplia con ella, me a parecido muy sencilla, en la cual esa confianza se puede llegar a tener.

No comprendí lo que me pasaba, hasta que una de sus interrogantes apareció – porque nunca me llamas en mis cumpleaños- esto me demostró que yo, era su hermano. Lo malo es que no soy muy bueno para eso, la falta de practica y todas esas cosas. Al otro día de venida, no me despedí de ella...

Paso casi seis meses para que la volviera a ver. Otra vez me saludo con poco agrado. Creo que empecé a ganar puntos cuando le pude entregar algo muy apreciado para mi y, exclusivo para ella. Su sonrisa aparecía de a poquitos. De a poquitos, con actos de compincheria, intentaba atraer su confianza. Pero para decir la verdad, ella en esto me sobrepasa. Esta llena de estas actuaciones.
Una noche me pregunto si quisiera vivir allí. Me alegro tanto la pregunta. Pero, ya que soy un buen ejemplar de frialdad supe guardármela bien.
Con sus preguntas y comportamientos me fascina... Existen chistes rojos, porque lo hacen reír tanto que lo ponen de ese color. Cuentos color piel, los cuales son regulares y la dejan del mismo color. Pero existe los blancos, ¡son tan malos! que colocan la piel pálida de la piedra al escucharlos... Esto era lo que ella comentaba para decirme, que le narrara un chiste... ¡No se porque lo diría!.

Un dicho popular o, proverbio chino, como se dice para disimular que no se conoce en realidad quien lo escribió o dijo, es: “ Un hermano no siempre es un amigo, pero un amigo siempre será un hermano”. Con ella siento un cariño no tanto de hermano mayor, mas bien como de amigo mayor, sus preguntas naturales, sus juegos sencillos, me hacen recordarla mucho...

Texto agregado el 04-03-2004, y leído por 145 visitantes. (1 voto)


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