Como todas las mañanas el despertador puntualmente lo sacó de sus sueños, eran las seis y no había tiempo que perder, aunque gustoso se
quedaría un poco más en la cama el trabajo era sagrado y saltó de la cama, se dirigió al baño donde
como una rutina se observó al espejo, abrió la ducha y mientras llegaba el agua caliente lavó sus dientes, de allí a la cocina a desayunar y sin solución de continuidad salió rumbo a la estación a
tomar el tren que lo llevaría al centro.
Como casi todas las mañanas ella estaba sentada en el mismo asiento, ese día pudo sentarse a su lado, jamás le había hablado pero eso mujer le parecía adorable, buscando una excusa le preguntó
la hora aduciendo que había olvidado el reloj, ella le contestó con una sonrisa y comenzó entonces una conversación que duró hasta que llegaron a destino; se saludaron con un -hasta mañana- y siguieron su camino.
En la oficina el no hizo otra cosa que pensar en ella,
podía concentrarse en su trabajo, equivocándose un par de veces, por lo que su jefe le preguntó sorprendido si todo estaba bien, a lo que el respondió que si, que fue solo una distracción.
Ella a la sazón en la boutique en la que trabajaba
apenas si recordó el casual encuentro matinal.
Ese viernes Roberto, que así se llama, fue al boliche
habitual y para su sorpresa Claudia, que así se llama ella, estaba con unas amigas en una mesa.
Con el corazón golpeando fuerte se acercó y luego de una fingida sorpresa la saluda -hola vos por aquí?- no sabía que frecuentabas este lugar, -a veces vengo con las chicas- dijo ella.
A partir de ese día -en el que solo se saludaron-
no hizo más que esperar que el viernes llegara para volver al boliche y ahora si encararla seriamente.
El viernes llegó y mas temprano que de costumbre Roberto llegó al boliche, Claudia aún no había llegado, por lo que Roberto se quedó en la barra tomando una copa, en eso estaba cuando la vio, esta vez venía sola y al entrar al verlo, se acercó a
la barra y con una sonrisa lo saludó, el estaba loco de contento como se allanó el camino, todo lo que había pensado de pronto no fue necesario; charlaron, bailaron e intimaron, la atracción era mutua, al salir se despidieron con un beso y al abrazarla sintió su cuerpo pegarse al de el, caminaron unas cuadras, y en un lugar oscuro el abrazo fue total, sus manos recorrían el cuerpo de
Claudia que se entregaba dócilmente a sus caricias,
los besos fueron entonces largos y mojados, las manos recorrían ese cuerpo esbelto y oferente cuando de pronto al llevar sus manos a lugares íntimos quedó paralizado, le había intentado hacer el amor a un hombre. |