Las nubes lloran su pena
sobre los campos,
y con sus lágrimas,
flores de su tristeza,
los van regando.
El aliento de la noche
enfría el pueblo;
sus habitantes,
con el amor calientan
sus tiernos lechos.
El ocaso es la muerte
de la jornada,
pero la noche,
sepultura del día,
despierta el alba.
El trigo ofrece su vida
en la molienda
y con su harina,
como leche de campo,
nos alimenta.
La mujer da por su fruto
belleza y vida,
pero sus hijos,
cual perlas cultivadas,
son su alegría.
El fruto es de la muerte
siempre la vida,
pero aparenta,
con su oscura comedia,
que no hay salida.
Son el dolor y la lucha,
como semillas,
que bien plantadas,
y regadas con mimo,
la Vida brindan.
Hagamos la guerra al miedo
hasta matarlo,
pues con su muerte,
nacerán a la vida
todas las fuentes.
|