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Me acostumbré al óxido de la indiferencia. Cada vez que a mi espalda son expuestas otras esculturas, mis celos podrían fundir el metal de mi cuerpo con su calor. La gente las viene a admirar y habla sobre ellas al pasar por mi lado. Pero en mí nadie repara.
Me acostumbré al óxido de la indiferencia.
Pero esta tarde fue distinto, un hombre al que llaman loco se sentó a mis pies y me habló, me llamó héroe, me habló de mi espada rota y del ángel que me sostiene. Me dijo que la muerte y la gloria en mí significaban lo mismo, y que nadie jamás me olvidaría. Después sacó una pistola y me empapó de sangre. Todas las miradas se volvieron hacia mí, sentí que el calor de la excitación me derretiría, hasta que reparé que no era a mí a quien todos miraban. Otra vez.
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Texto agregado el 07-05-2007, y leído por 88
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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07-05-2007 |
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Una historia con una trama atípica que muestra a una protagonista ávida por ser notada y un final desconectado en apariencia. En realidad es una historia corta donde el personaje secundario (el loco) finalmente no logra el protagonismo, eso lo logra la chica de la historia. Te felicito. joaqledo1 |
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07-05-2007 |
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Esto es muy bueno, me lo parece estoycanino |
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