Una vida perfecta.

-“Tengo una vida realmente privilegiada”. Es algo poco común en nuestros días sentirse plenamente satisfecho con uno mismo y con el entorno que nos rodea, pero yo he tenido la enorme suerte que en mi edad adulta he conseguido un bienestar difícil de igualar.
Por las mañanas, al despertar, la mujer con la que convivo me besa y me acaricia con una ternura y un cariño limpio y sincero que yo siempre he agradecido y correspondido, dejándome frotar la espalda mientras descanso la cabeza en su vientre, son momentos de una delicadeza sin par que me hace sentir mimado y querido, con esa seguridad que sólo los seres seguros de nuestra ventura podemos tener.
Al levantarme e ir a la cocina ya tengo preparado mi desayuno, pues ella se encarga de que nunca falte mi comida y un gran tazón de leche, a veces tiene platos especiales para mi deleite sin esperarlo y sin ningún motivo especial. Una vez que lo ha dejado todo dispuesto, el aseo limpio y la cama en orden, sale a trabajar hasta la tarde, dejando toda la casa a mi placer, lo que suelo emplear en dormir a pierna suelta en el sofá del salón, mi lugar favorito para el descanso. Cierto es que en esas horas de ausencia me embarga una gran soledad, pero también he aprendido a disfrutarla.
A ratos me gusta mirar por la ventana para ver el paisaje, las calles, el ruido, el tráfico. Nunca he entendido ese afán de la gente por las prisas, los claxon, los semáforos, ese ir y venir sin sentido, pero el observarlos desde arriba me hace sentir bien, satisfecho de la suerte y de la gran dicha que el destino me tenía preparado. A media tarde ingiero algo de lo que ella me dejó preparado y vuelvo a mi sofá para dormir una larga siesta.
Por la tarde, al llegar ella a casa, su primera mirada, su primera caricia, su primer beso es para mí, y antes de desnudarse y ducharse tras un agotador día de trabajo, entra en la cocina para comprobar que comido bien, y para ponerme la cena de la noche, antes incluso de que yo tenga apetito para ello.
Tras la cena, cuando ella se acuesta tras una intensa jornada laboral, salgo a la calle a buscar a mis colegas de salidas, a los cuales siempre encuentro dispuestos para una bonita noche de asueto, en la que nos dedicamos a buscar hembras con las que satisfacer nuestros deseos sexuales. Tengo que decir que cuando encontramos a una dispuesta a ceder ante nuestros encantos, la amistad se convierte en disputa, hasta que alguno de nosotros consigue su objetivo, entonces, lo dejamos a su suerte con la agraciada y continuamos nuestro camino saltando y brincando por las calles vacías, que llenamos con nuestros cantos de gozo, sobre todo en las madrugadas de plenilunio, cuando es mas fácil encontrar una de ellas dispuesta a compartir nuestros más bajos instintos.
Sobre las 5 o las 6 de la mañana, con el alba, vuelvo a casa y me acuesto en la cama junto a ella, que al verme llegar sonríe, me acaricia y me besa antes de dormirme a su lado. Sin malas caras, sin explicaciones, ella me adora y se desvive por mí y nunca ha tenido resentimientos ni por mi forma de vivir, ni por mi falta de responsabilidad, y trata de darme todo el cariño del que es capaz, no le importa que me desentienda de procurarme el sustento, es más, creo que le hace sentir bien velar por mi seguridad, por mi comodidad y por mi felicidad.
Por todo eso creo que mi vida es de una perfección sin igual, y todos los días tengo ganas de gritarle al mundo:
- “Es maravilloso ser un gato”