Yace tendida en esa especie de tabla de planchar con sus rostro blanco como un papel que contrasta con su vestimenta negrísima que parece diseñada de los restos de género de un catafalco y pareciera que lleva varios días allí abandonada sin alguien que la reclame ya que al parecer nadie se conduele de ella y de su extremada delgadez que se trasluce sobretodo en sus piernas que parecen un par de palillos embutidos en sendas y masculinas botas de cuero por supuesto negro y de tacones muy gastados que al parecer acusan el mucho trajín de la pobre chica que luce unas negras ojeras bajo sus ojos cerrados que al parecer son el resultado de muchas horas sin sueño y sin consumir alimento y los perros aúllan al verla puesto que la comparan con la muerte y por eso se alejan con la cola entre las piernas gimiendo lastimeramente para espanto de las ancianas supersticiosas que se sacuden el pecho con sus dedos sarmentosos para dibujar malamente la cruz de un santiguamiento y son las mismas que atisban cada rincón de la calle para hacer un exhaustivo inventario de copuchas y después propalarlas con las vecinas que son una tracalada de viejujas de la misma índole que si bien casi ni se acuerdan de su propia identidad conocen al dedillo la vida de los demás y ni siquiera han reparado en la chica que yace tendida en esa especie de tabla de planchar como un cadáver insepulto que queda expuesto a las minúsculas fauces de los gusanos para ser más tarde noticia de primera plana en la prensa sensacionalista

-Mamaaaá ¿Qué hora es?
-Casi las nueve de la noche.
-Vaya. Casi se me pasa la hora. A las nueve y media es la fiesta en casa de Raúl.
Y la chica se levanta de esa especie de tabla de planchar en donde se había recostado para que se le secara su maquillaje de muñeca gótica y termina de darle los últimos toques a su despeinado ya que pronto aparecerá su novio a buscarla para que vayan a pasarlo de miedo en esa entretenida y tenebrosa fiesta de Halloween que preparan sus amigos