Hoy hablé con ella y como nunca, su voz me pareció cantarina y aunque sus acentos me son tan familiares, hoy me sonó musical y maravillosa. Atesoré cada una de sus palabras, cada detalle, cada suspiro. Era algo que daba por perdido y recuperado por lo que considero un milagro, agradezco a los cielos tal dádiva, me inclino, temeroso y esperanzado ante su lecho, sintiendo su amor y yo tratando de multiplicárselo.
Sé que todo puede ser una alegría efímera, un relumbrón del sol en medio de nubes aciagas, tengo claro que, acaso mañana, ella emprenda, por fin, el camino ya diseñado, en paz consigo misma, sonriente y plena. Aún así, estos cristalinos segundos que aún tintinean en mi alma, serán imperecederos y los cobijaré en mi pecho como lo más preciado que he podido recibir en toda mi existencia…
Gracias a todos mis amigos por sus bellas y sinceras palabras. Mi madre, ahora, pertenece un poco a cada uno de ustedes…
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