Para quién escribo, es muy simple: para la buena soledad que me asiste, para los incrédulos ojos del que amé y me amó, para la savia que resbala tibia por la corteza del almendro: la vida misma. Para emular a la belleza, para evocar la sonrisa de un hombre joven de 23 años, para describir la ruta de tu voz cruzando los océanos, para eclipsar al mundo con el lunar oscuro de tu mejilla simple. Para honrar a mi perpetua nostalgia, el seno triste que me amamantó
Para preñar con letras el vientre estéril de la ausencia, y llenarte el recuerdo con pequeños vástagos dormidos.
Qué para quién escribo, es tan simple: para la memoria de mi sentimiento. Para mis propios ojos secos, para mi corazón volcado, para su feroz potencia para amar, para la bóveda, para el final, y para aquella ventana que se abre franca, dócil, serena, meditabunda al mar de Cadaqués. Para la muchacha -que de espaldas- revela su futuro.
Escribo, para mi propio viaje anónimo, para la "singloria de los tiempos", escribo para mis labios muertos, para mi cuerpo exhumado, para el frío y la intemperie y para la magnolia que retoñará cada invierno sobre la tierra que yo misma fecundo con mi muerte.
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