Tú, que naces a orillas de la vida, de aquél que la porta entre sus dulces y frescas aguas, bajo los brillos dorados de aquél que calienta, alienta y dulcifica tu existencia.
Tú, que cada día, te despiertas a la vida y que cuando abres tus brazos, son como los pétalos de una esencia, son como las extremidades de cada rosa que purifica e impregna el viento con su original fragancia.
Tú, que cuando lloras, parece el rocío de la mañana, que aunque amargo, siempre es dulce, pues ¿ que mal has hecho mujer ?.
Tú, que siempre tratas de entender, consolar y animar a quién te rodea, con tu cálido y alto artifugio de persona consciente, de ruiseñora de las mañanas, de corazón que entiende y comforta a quién atiende.
Tú que amas y defiendes a quién en verdad está a tu lado, a quién tienes en tu morada, a quién es fiel a ti y consideras de tu persona.
Tú mujer, dulcificación de la existencia y gloria de los hombres que te ven y a los que dignificas con tu presencia, a los que haces volver la cabeza y mirarte y con los que tu mirada juega reciprocamente.
Tú, perfección de la naturaleza, que cada sentido que pones de ella, cobra lo que se cobra con justa paciencia.
Eres la reina que yace bajo los árboles de la consciencia, bajo los colores de cada estación, pues como pura que eres de tu blanco surge el arcoiris que adorna y abandera tu corazón.
Tú, que encierras el secreto de la pro-creación dentro de tu vientre, tú, que eres un trozo de quién generó la vida y el universo, tú, qué no quitas vida sino que la das, eres magia y bondad.
Tú, que marcas el matrimonio como tu parcela, tú, que eliges un hombre entre los hombres, tú que vistes y elevas una familia y que la llevas con todas las cargas que ello conlleva.
Tú, que enseñas y sabes enseñar a quién no aprende a ver la verdad, tú que dominas con tu sexto sentido aquello que los hombres no pueden controlar:
A ti mujer, que duermes y despiertas, que compartes todo lo que eres, que sanas a quién enferma, que das amor a quién lo necesita, que limpias las lágrimas de quién ves llorar, que sellas con tu mirada a quién te busca, te dedico mis palabras, sirena eres en verdad, pues en tu a veces lejanía, llamas y vuelves a llamar, como un faro en la oscuridad a aquellos a quienes requieres, para hacerles ver, que siempre los quieres y que nunca das tu espalda, pues sincera eres como la luna, como la más leal de las criaturas, como el agua que llueve del cielo, como la vida que encierra todo y por la que luchas sin cesar.
A tí mujer, mi más leales deseos, beso tu frente y tus labios y te doy mi corazón. Te cojo y acojo como una rosa de la tierna naturaleza entre mis manos, te deposito con suave ternura en mis vaso cada noche, te cambio el agua de la vida y te ofrezco el rocío de la luz, para que dures lo que dures, siempre me des tu fragancia, siempre me alumbres con tu justa esperanza, siempre me hagas sentirme mejor.

Escrito por Carlos Them

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